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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

El autor estadounidense Philip K. Dick publicó en 1962 su novela El hombre en el castillo [The Man in the High Castle]. Se basa en una ucronía, según la cual los que perdieron la Segunda Guerra Mundial son quienes la ganaron. Estados Unidos se divide en tres zonas. La zona del Pacífico con San Francisco está a manos de los japoneses. La zona este con Nueva York está gobernada por los nazis. En medio, existe una zona neutral. Japoneses y alemanes implantan su dominio y ejercen el poder sin miramientos. Esta novela ha inspirado una serie con cuatro temporadas de diez capítulos cada una.

El Reich instaura a sangre y fuego su ideología nazi de manera omnipresente. No admite resquicios ni debilidades. Se persigue la disidencia. Himmler pretende destruir y eliminar el más mínimo detalle de la cultura norteamericana. Para ello, se programa el Año Cero, que se va a inaugurar con la destrucción de uno de los monumentos neoyorquinos más significativos. Aviones del ejército se encargan de esta tarea, que constituye el inicio de una fiesta espléndida del triunfo nazi sobre los despojos del país invadido.

El Año Cero se repite a lo largo de los siglos cuando quienes ejercen el poder piensan que con ellos comienza la historia. Esta práctica recibe el nombre de adanismo, entendido como el «hábito de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente». Pero el Año Cero va más allá. En consecuencia, se tienen que eliminar todos los vestigios de culturas anteriores, de manera especial aquellas que por su fuerza y arraigo se oponen más a sus criterios. Para ello, hay que destruir arquitectura, símbolos, libros… Determinadas ideologías quieren silenciar y hacer desaparecer aquello que les contradice. En realidad, se notan estos tics en pequeños detalles, como en la voluntad de convertir la Navidad en un paisaje de invierno y en desterrar los pesebres o hacerlos irreconocibles. En Francia, el año 1905 entró en vigor una ley que prohibía los pesebres en espacios públicos. Han tenido que pasar más de cien años, como recuerda Montserrat Dameson en un artículo, para que el Consejo de Estado francés en 2016 dejara esta ley sin efecto, de modo que, se autorizan los pesebres en lugares públicos por su carácter «cultural, artístico y festivo», pero no como objetos de culto.

Ah, un punto más de El hombre en el castillo. El monumento que destruyen los nazis en Nueva York para inaugurar el Año Cero es… la Estatua de la Libertad. Evidencian lo que combaten.

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