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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

La cantante Guillermina Motta publicó en 1971 el álbum Els Esnobs, que incluía la canción Digueu-me per què. Pertenecía al movimiento la Nova Cançó, que impulsó el canto en catalán como reivindicación a la vez que se nutría de valores éticos de inspiración democrática. El estribillo de esta canción refleja una experiencia humana de profunda interioridad: «Digueu-me per què estant tant avall sento coses tan altes» [Decidme por qué estando tan abajo siento cosas tan altas]. En cada estrofa se adentra en grandes contradicciones que palpitan en nuestro corazón. Destaco una de ellas: «Si soc tan sols un tros de terra per què sento un anhel d'eternitat?» [Si soy tan solo un trozo de tierra, ¿por qué siento un anhelo de eternidad?].

El arte facilita una primera experiencia de sentir un anhelo de eternidad a través de la belleza. El infinito se deja contener en un bloque de mármol y surge el David de Miguel Ángel, en un lienzo de pintura y aparece la Noche Estrellada de Van Gogh, en una partitura de música y se escucha el Nessun dorma de Puccini, en unos folios manuscritos y tenemos acceso a las obras de teatro de Shakespeare o a las páginas de los grandes místicos, en construcciones arquitectónicas y deslumbra la Sagrada Familia de Gaudí. En estos contextos, cómo resuena la filosofía de Platón que equipara belleza, bondad y verdad, así como la frase que Dostoyevski escribió en El Idiota: «La belleza salvará al mundo».

La experiencia más asombrosa, accesible desde la fe, brota en el corazón cuando Dios, el Amor infinito, decide encarnarse en la persona de Jesús, encauzando de este modo mi anhelo de eternidad. Soy un trozo de tierra, llena de charcos, de aguas a menudo sucias, pero todavía capaces de reflejar en su superficie la luz de las estrellas, que representan mi anhelo de eternidad. Todo lo demás es secundario. La carta a los Hebreos (12,2) nos invita a vivir lo esencial: «Tengamos la mirada fija en Jesús». La contemplación de su vida y nuestra relación amorosa con él, pese a nuestros límites y sombras, nos proporcionan las claves para realizar su seguimiento y para vivir el misterio pascual, es decir, el paso de la vida a la muerte y de la muerte a la resurrección, que es la puerta definitiva a la eternidad. De este modo, el anhelo se convierte en realidad. Feliz Pascua.

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