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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Hay personas que te marcan y que quedan de forma perenne grabadas en el recuerdo. Una de ellas, en mi caso, es Cristina Kaufmann. Una mujer nacida el año 1939 en Baden (Suiza alemana). Está en Barcelona unos meses por motivos de trabajo y más tarde solicita entrar en la comunidad del Carmelo de Mataró, siendo aceptada en 1964, próxima a cumplir los 25 años. En la Iglesia soplan los vientos renovadores del Concilio Vaticano II. En 1973 es elegida priora, responsabilidad que ejerce hasta 1986. Tras un período de tres años, vuelve a ser elegida nuevamente priora hasta 2001. Destaco dos recuerdos especiales. Primero: la entrevista televisada en TVE en el programa Buenas noches, conducido por Mercedes Milà en 1984. El eco de este programa es enorme. A petición de la periodista que le pregunta cómo se reza, su plegaria impacta a los telespectadores. Momento difícil de olvidar. Segundo, un fin de semana transcurrido en Sant Andreu de Llavaneres integrada en un grupo de formación personal sobre psicología y espiritualidad. Sus intervenciones rezuman profundidad y delicadeza excepcionales. Muere en 2006 a causa de un cáncer linfático.

En mayo de 1986, escribe un texto muy breve titulado: Interrogación. Dice así: «¿Es el orgullo, es la vanidad, es la ambición, es el poder, es el miedo lo que me hace temblar? Es mi desnudez». Existe una tendencia en concentrar la lucha psicológica y espiritual contra las pasiones, contra los pecados capitales, sin darnos cuenta de que nos quedamos en los síntomas sin sumergirnos en la profundidad. ¿Por qué necesito el orgullo, por qué caigo en la vanidad que en vez de resolver mis problemas los agrava, por qué creo que la ambición, el poder y el miedo se instalan en mi corazón a la vez que me desconciertan? Cristina Kaufmann va más allá. Descubre que el auténtico campo de batalla se encuentra en la humildad de aceptar «su desnudez». Orgullo, vanidad, poder… son recursos para ocultar su fragilidad, su vulnerabilidad, su ansia de amor. Toda biografía espiritual, tras ser consciente de la inconsistencia humana ante la voluntad de Dios, repite la historia de Adán y Eva, que se avergüenzan de estar desnudos y se cubren con hojas de higuera. La esencia original necesita una máscara, una armadura, para cubrir su desnudez. Se trata del nacimiento del ego. Todo el mundo lleva su máscara, pero muy pocos son conscientes de su desnudez.

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