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De acuerdo, el Cántico de las criaturas se puede vivir directamente paseando por los Pirineos pero, así como San Francisco de Asís reformó la iglesia de San Damián, hay otra iglesia pirenaica que también reclama una voz en el diálogo fe -natura-cultura-arte... la reforma de la iglesia de San Víctor de Seurí que hizo el artista Santi Moix en 2018. No sé hasta qué punto la llamada “Repara mi iglesia/Iglesia” que sintió San Francisco de Asís guarda relación con la intervención de Seurí más allá del hecho material de reformar un bien inmueble de titularidad eclesiástica –es decir, que a pesar de haber algún rasgo, tangencial y curioso, de reflexión eclesiológica en la intervención de Santi Moix, no es éste su tema ni intención principal - sin embargo, dado que se pidió acertadamente al artista que su obra dialogara con la Encíclica Laudato Sí' (Loado sea) del Papa Francisco sobre el cuidado de la casa común, sí sugiere algún pensamiento respecto a la vivencia hoy del cristianismo.

Pude escuchar la visita guiada a la iglesia de San Víctor de Seurí este verano como un turista cultural más que rondaba por los valles del Pallars. No me detendré en la parte técnica del proyecto, que ya tiene enlazada más arriba, y le recomiendo que vea el documental “Todas las criaturas” que emitió TV3 este 2022 para hacerle una idea del proceso y contexto. A la salida de la vista tuve un interesante, respetuoso y al mismo tiempo polémico, diálogo con un señor de edad avanzada y rebotado del “nacionalcatolicismo” - es decir, con una vivencia del cristianismo que ya no es la secular y posmoderna de la mayoría de la población -, sobre si era necesario o no una cruz en una iglesia (Curiosidades análogas: éste también fue un punto de discusión en el proyecto de, el ahora incierto, el Espacio de arte Sean Scully en Santa Cecília de Montserrat, la “Rothko Chapel Montserratina”).

Efectivamente, no hay ninguna cruz que presida el espacio de la iglesia de Sant Víctor de Seurí. Ni suspendida sobre su altar (que es la recomendación litúrgica más actual y refuerza la idea de axis mundi del espacio celebrativo), ni en el frontal del altar, ni en un lado del altar, ni en el fondo del ábside del presbiterio, ocupado por la llamativa escultura cerámico-floral que remite a la pascua primaveral de la Resurrección supliendo el clásico Pantocrátor que, aunque sea a modo virtual como Taüll, suele presidir y orientar una iglesia románica. Cabe decir que sí hay una referencia al crucificado, que es sugerente pero en mi opinión no tiene el protagonismo que le correspondería - como tampoco tiene la citación de Laudato Sí sobre la conversión ecológica que hay "perdida en las alturas" de la iglesia en comparación con el resto de la literatura laica incorporada a los muros interiores-, que es el bonito dibujo de los pies de Cristo crucificado en el lateral izquierdo, justo antes de las escaleras para acceder al púlpito.

Esta ausencia explícita e íntegra del símbolo de los cristianos era entendida por mi querido y esporádico "contrincante dialéctico" como un signo de la modernidad y la apertura eclesial mientras que, a mi humilde entender, precisamente des-significa el espacio como iglesia. Por otra parte, también denota que este diálogo con la Laudato Sí' no está del todo cumplido porque, entre toda la referencia inmanentemente naturista esparcida por las paredes, no aparece toda la vertiente eco-social y espiritual de la que habla constantemente el Papa Francisco. Santi Moix ha pintado un “Jardín de las maravillas” que parece carente de referencia protológica (el Paraíso – palabra persa que significa precisamente “jardín”- del Génesis) o escatológica (la re-creación de la naturaleza que espera con dolores de parto: Rm8,22); es decir, sin un más acá ni un más allá que abran el presente a una lectura simbólica y sacramental del mundo. Que no haya habido intervención en el ámbito del baptisterio también podría confirmar esta intuición.

Y ahora aparece la pregunta: ¿qué hacer entonces? Yo diría que, de entrada, aparte de la evidente razón económica de la intervención, hay que mantener la obra de Santi Moix y no tocarla porque es evidente que tiene valor artístico, da qué pensar, cuenta con estima del pueblo, y es un factor de reclamo para el encuentro a modo de “atrio de los gentiles” que “se ha colado” en el interior del espacio sacro.

Ahora bien, sí existen dos aspectos de posible mejora del espacio, especialmente desde el discurso “pastoral”, sin violentarlo o, mejor dicho, sin violentar a las personas. El primero sería dotar a la iglesia de un mobiliario litúrgico (sede, altar y ambón) adecuados; materialmente coherente, con el mismo lenguaje moderno y que siguiera este diálogo con la Laudato Si’. Es en este mobiliario que podría incluirse también el símbolo de la cruz, especialmente en el frontal del altar. Estos muebles son algo más que una silla, una mesa y un atril dado que, es de todos sabido, que tienen un “rol crítico” en la celebración de los sacramentos, especialmente la eucaristía. Cristo habla en la proclamación de la Palabra, se entrega en las especies eucarísticas (pan y vino) y preside la comunidad a través del cura. A falta de actividad litúrgica en un momento dado, estos muebles vienen a ser el “enchufe instalado” que dispone el espacio para conectar con la divinidad.

El segundo es plantear la posibilidad de incorporar alguna obra escultórica de arte contemporáneo que complemente el discurso mural actual y pueda ser presentada al inicio de la temporada turística (¿Quizás como una actividad del Seminario de Patrimonio Sacro de la Fundación Joan Maragall? , o de Catalonia Sacra?, ¿o conjuntamente?) para permanecer hasta el otoño. Pienso, por ejemplo, en la escultura de “La piedad mediterránea” del escultor Lau Feliu que actualmente está expuesta en la iglesia de Sant Pau, en el barrio del Raval de Barcelona, ​​donde tuvo lugar precisamente la celebración del décimo aniversario de Catalonia Sacra. Introducir el discurso social de la Iglesia a través del arte en la iglesia de Seurí es algo muy recomendable por no quedarnos sólo con la flora y fauna que campa por las paredes a pesar de ser también uno de los factores de reflexión de la encíclica citada.

Con estas dos intervenciones propuestas, la visita a la iglesia de San Víctor de Seurí se reanudaría la voluntad de diálogo inicial de forma que el “punto y final” de la intervención de Santi Moix podría convertirse en un “punto y seguido”, o...

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