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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa
Cuando suenen las doce campanadas que inauguran un nuevo año y las pantallas de los televisores muestren imágenes de gente bebiendo cava y abrazándose emocionados, el tiempo cronológico seguirá su curso, monótono y constante. Sesenta segundos, un minuto. Sesenta minutos, una hora. Veinticuatro horas, un día. Mientras los minuteros desplazan sus agujas o los números digitales se cambian con regularidad, las personas sueñan una nueva oportunidad, un futuro mejor, ver los deseos cumplidos, generar expectativas. Un nuevo año se contempla con esperanza y con temor. No sabemos lo que esconde. Una auténtica caja de sorpresas. Todo lo que puede ir bien puede ir mal y viceversa. Pero hay algo más.
El concepto tiempo se expresa en griego de dos maneras distintas: cronos y kairós. El cronos es el tiempo cuantitativo. Se mide a través del cronómetro. Siempre igual. Transcurre de manera inexorable. Sin detenerse ni acelerarse. Quienes vivan todo el año 2015 van a disponer en este período de un poco más de 8.760 horas. Sin distinciones. Sin privilegios. Semana a semana. Mes a mes. La pregunta clave se sitúa en cómo vamos a vivir esta oportunidad temporal. ¿Qué vamos a hacer con estas horas? El kairós apunta al tiempo oportuno, como una huella de eternidad. El tiempo cualitativo. El tiempo del sentido. Hay quien en pocos años ha conseguido llenar su vida de contenido y alcanzar la plenitud. Aquí los años ya no se cuentan, se pesan, se detecta su densidad. El libro de la Sabiduría propone un criterio de valoración desde esta óptica: «La vejez honorable no consiste en vivir mucho tiempo ni se mide por el número de años: los cabellos blancos del hombre son la prudencia, y la edad madura, una vida intachable.» Kanji Watanabe, personaje protagonista de la película Ikiru, dirigida magistralmente por el japonés Akira Kurosawa en 1952, vive con más intensidad y plenitud sus últimos seis meses que toda su vida anterior. Un cáncer incurable le despierta de la modorra del cronos para sumergirlo en el kairós. Ha vivido sus muchos años sin pena ni gloria. Los meses finales le abrirán un horizonte de sentido.
Estamos demasiado atrapados en el ritmo cronológico. Despiertos o dormidos, los granos de arena de la clepsidra caen uno tras otro amontonándose sin remisión. En este nuevo año serán afortunados quienes sean capaces de vislumbrar el tiempo divino a través del kairós. Dar sentido a la vida es adentrarse en la espiritualidad, descubrir los lazos fraternos que nos unen a los demás, esforzarse por construir un mundo mejor y más justo. Un tiempo para ser desde la interioridad del propio corazón.
Alargar la vida es nuestra pretensión, pero se trata de un objetivo cronológico. Vivirla a fondo es otra cosa. Se trata de situarnos en la dinámica delkairós. Éste es el gran desafío. Todo lo demás se reduce a entretenimiento. Es decir, a dejar pasar el tiempo sin pena ni gloria. Tenemos las raíces en la trascendencia y el cronos no nos basta.
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