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Por Josep Gallifa .

El último libro de Andrea Riccardi trata del cristianismo y la Iglesia hoy. Su título “La Iglesia arde. La crisis del cristianismo hoy: entre la agonía y el resurgimiento”. Parte de un símbolo como fue el incendio de Nôtre Dame como metáfora del cristianismo de nuestro tiempo, sobre todo en Europa.

No es un libro que pueda resumirse fácilmente, ya que realiza un recorrido por la Iglesia de la segunda mitad del siglo pasado y de lo que llevamos de éste y, analizando diversos temas, construye un tejido multicolor con diversos relatos que tienen como hilo conductor la situación de la Iglesia hoy, con sus interrogantes y problemas. Presentamos un esbozo de algunos aspectos, sin entrar a explicar con profundidad los diversos temas que trata, por si puede animar la lectura.

Riccardi comienza realizando un repaso por la vitalidad del cristianismo en varios países. Empezando por Francia, pero también analiza entre otros países Italia y España. Se centra sobre todo en Europa, pero con una visión también de las Iglesias de todo el mundo, y en contraste con otras religiones. Lo que observa es que no existe en nuestro tiempo tanta crisis externa, contra enemigos externos. No existe el muro infranqueable de hace unos años con el estado laico, o la lucha contra el ateísmo; pero sí que existe una crisis más interna, observa un descenso de los indicadores de la vitalidad, al mismo tiempo del aumento de la indiferencia y el descrédito. También analiza la Iglesia en países del este de Europa como Polonia, Eslovenia, Chequia o Hungría, y lo que se puede denominar en algunos de ellos como un nuevo nacionalcatolicismo.

El libro recorre por las luces y sombras de los diversos eventos eclesiales, como el Concilio Vaticano II, haciendo también un itinerario por los pontificados de los diferentes Papas. Hay una doble mirada en los análisis: desde dentro, de quien conoce bien la historia de la Iglesia; pero también se presenta una lectura objetiva, sin apologética alguna, que se puede leer y entender bien desde afuera. El libro no va dirigido pues sólo a los católicos, sino al conjunto de la población, sobre todo a la europea. En este sentido presenta una idea recurrente de que los europeos "no podemos llamarnos no cristianos". Y hay signos de esta conciencia, por ejemplo, en la laica Francia donde Macron en 2018 dijo: “Francia necesita la Iglesia”, una manifestación bien distinta del discurso típico de otros tiempos, desde el estado laico, del peligro de la clericalización.

Riccardi realiza un balance de las diversas iniciativas históricas sociales y políticas, tanto internas como en entornos cercanos a la Iglesia, por ejemplo, los sacerdotes obreros de Francia o la Democracia Cristiana. Analiza movimientos sociales más amplios, por ejemplo, el mayo del 68, que políticamente fue poco influyente –dice él–, pero que antropológicamente fue muy eficaz. Por ejemplo, cambió el papel de la mujer, o propició un cambio en la percepción de la autoridad. Influyó especialmente en un predominio del individualismo. Decía un conocido lema: “Cada uno es maestro de sí mismo”: Desde esta óptica -reflexiona el autor- se ve como poco aceptable el sacrificio cristiano.

El interés está también en el análisis, nada dado a la complacencia pero tampoco al desánimo, de la situación actual. Realiza un recorrido por diversas crisis o fenómenos. Citemos algunos: la crisis de la transmisión que se realizaba tradicionalmente en la familia, el impacto del neo-protestantismo, el descenso en el número de sacerdotes y la edad avanzada de muchos de ellos, la pandemia con la soledad de muchos o las "fake news". Es un análisis de la sociedad global y sus cambios: cambios en la antropología contemporánea, fin del mundo rural cristiano, importancia del mercado y atractivo de las sectas, valorización de la autorrealización y de los sentimientos con la espiritualidad al alza y religiosidad menos valorada, realidad de las migraciones y refugiados, etc. Explora también soluciones que se han propuesto para el futuro de la Iglesia cuando no se puede garantizar la Eucaristía, y hace un discernimiento de ellas. Ante todos los problemas propone la cultura del diálogo y el encuentro, en esa “ciudad global” que está siendo un territorio complejo para la Iglesia.

Riccardi expone cómo, sin embargo, “Dios vive en la ciudad” donde se da una pluridimensionalidad en las formas de la vivencia comunitaria en la que hombres y mujeres se comprometen, poniendo la misericordia en el centro, muchas veces cercanos a las periferias. Las conoce bien, pues la Comunidad de San Egidio puede ser un buen ejemplo de ellas.

En conjunto, es un libro de lectura muy recomendable. Habla de agonía y resurgimiento, agonía no es final sino lucha. Da pues signos de esperanza. Nos hace ver la importancia de la historia, con un trabajo bien documentado, realizado por un historiador experto en el mundo contemporáneo, pero también protagonista directo de algunas de las realizaciones eclesiales que han sido un signo importante, como es el caso del encuentro de Asís por el diálogo interreligioso.

Ricardi pone palabras a los problemas, dirigiéndose también a los no creyentes, con un discurso razonado, que recoge diversas miradas, pensando el futuro con serenidad y esperanza, con la confianza puesta en el Espíritu y en que -como él dice- “todo puede cambiar”.

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