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Enric Puig –CR Poco antes de las once de la mañana del pasado sábado, las campanas de la basílica de San Pedro, en Roma, repicaban por anunciar al mundo el fallecimiento del papa emérito, Benedicto XVI . Nos recordaban, también, que nos ha dejado un hombre sabio con la palabra y con los silencios, un refinado teólogo, hombre de fe, esperanza y caridad. Se ha dicho que era más teólogo que Papa. Recuerdo las hojas ciclostiladas que recogían su pensamiento teológico. Corrían por la facultad de teología, cuando yo era alumno, altamente consideradas y mayoritariamente seguidas.

Para mí –y estoy seguro de que, también, para otros muchos– el toque de las campanas, la persona que las motivaba, quedará asociado para siempre a la visita del Papa a Barcelona para dedicar la basílica de la Sagrada Familia. Todo el tiempo que estuvo entre nosotros mostró una actitud acogedora, respetuosa, atenta, interesada por lo que había venido a hacer y por las personas con las que compartió el evento.

EL PAPA BENEDICTO XVI TRAS SU VISITA A BARCELONA: "HA SIDO UN DÍA INOLVIDABLE"

En la basílica de la Sagrada Familia, cuya dedicación era el motivo del viaje, al llegar al portal de la Gloria, frente a la puerta conocida como la del Padrenuestro, pidió con el gesto y la palabra, como estaba previsto, que fuera abierta y, contemplando lo que las puertas dejaban ver del interior, detuvo la procesión de acólitos, diáconos y presbíteros, obispos y cardenales concelebrantes. Situado al inicio de la nave del templo, mostrada en toda su magnificencia, quedó inmóvil, asombrado por lo que sus ojos veían: las dimensiones del templo, la armonía estructural y los juegos de luces. Se detuvo, sorprendido, para contemplarlo, y la procesión también.

La atención a las personas fue patente en los múltiples saludos, previstos o espontáneos, a personalidades, pero también a la multitud de colaboradores en los diversos servicios y momentos de las actividades del día: monaguillos, autoridades, concelebrantes, miembros de las fuerzas de seguridad, cantores, obispos y cardenales, cocineros y camareros de la comida, personal de mantenimiento, fieles que se acercaban, niños acogidos en la Obra del Niño Dios y sus familias. No hacían falta demasiadas palabras, la mirada que acoge, el apretón de manos cariñoso, la oración fervorosa compartida.

Fue una visita con un programa equilibrado: fe, esperanza y caridad. " Ha sido un día inolvidable ". Palabras últimas que el papa Benedicto XVI me dirigió al despedirme de él, antes de subir al avión que debía devolverle a Roma. Lo sentimos cercano y nos hacía sentir cerca de él. Nos miraba con interés y cariño, a las personas y a los acontecimientos que se sucedían.

La dedicación de la Sagrada Familia, un testimonio más de su servicio a la fe

El repique de campanas de la basílica romana, anunciando su traspaso, actualiza el recuerdo de aquella jornada y nos reafirma en la valoración del Papa. Muchas personas le recordamos con cariño y agradecimiento. El sentimiento de ausencia de presencia nos habla de eternidad cerca de Dios.

Benedicto XVI, el Papa, después de una larga vida de servicio en la Iglesia, nos ha dejado. Sin embargo, permanece en nosotros el recuerdo del día de la dedicación de la Sagrada Familia. Un testimonio más de su servicio a la fe, la esperanza y la caridad. Para él, "un día inolvidable".

Enric Puig Jofra SJ. Fue el coordinador diocesano de la visita de Benedicto XVI a Barcelona de 7 de noviembre de 2010.

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