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Catalunya Religió

(Lucía Montobbio –CR) El libro Ecología integral y supervivencia llega coincidiendo con la celebración de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica: 'Nuevos caminos para la Iglesia y para una Ecología integral'. Antoni Matabosch, catedrático emérito de la Facultad de Teología de Cataluña, delegado católico y presidente del Grupo de Trabajo Estable de Religiones (GTER), y exdirector del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona (ISCREB), profundiza en estas páginas sobre la limitación de recursos, su justa distribución, y el rol de la iglesia en esta crisis ecológica. El libro está presentado por un prólogo del cardenal Joan Josep Omella. Esta semana se celebra la Cumbre del Clima COP25 en Madrid y, en este contexto, Matabosch reflexiona en la presente entrevista sobre cómo nos hemos de posicionar los cristianos en este ámbito.

¿Qué quiere decir que Dios ha creado el mundo?

La creación es un proyecto del amor de Dios. Un don, un regalo que convoca a una comunión universal. Que el mundo es creación de Dios quiere decir que el mundo, desde el inicio de su historia hasta el final, es de Dios, que todo es obra de su amor, que todo está sustentado por Dios, que existe ante Dios, que anda hacia Dios, que el mundo es símbolo y expresión de Dios porque ha dejado su huella y podemos descubrir a Dios mismo. Por lo tanto, la humanidad se tiene que colocar en su sitio: no somos Dios, ni amos de nada. Nuestra primera reacción tiene que ser de agradecimiento, de admiración y de alabanza.

¿La tierra fue creada para nosotros?

En el inicio de la Biblia, se dice que Dios creó el hombre y la mujer a su imagen y semejanza. Ser imagen de Dios confiere una dignidad especial que nadie puede sacar, y que se traduce en los derechos humanos fundamentales. Ser “imagen” quiere decir que todos los seres humanos tienen una capacidad especial para relacionarse con Dios, con los otros seres humanos, formando una comunidad universal con los mismos derechos y deberes, y que han recibido una herencia común al servicio de todos, y con la naturaleza, no para dominarla y expropiarla, sino como administradores que la cuidan, la vigilan y la trabajan.

¿Si así es, cómo es que estamos poniendo en riesgo la Tierra?

Porque durante mucho de tiempo hemos creído que la ciencia y la técnica eran imparables y nos llevaban a unas sociedades ricas y felices, teníamos la convicción de que los recursos naturales del planeta eran inagotables y que los daños naturales que se pudieran producir, cambio climático, contaminación… serían absorbidos por la misma naturaleza. Ahora, se ha ido viendo que si se aplica en todo el mundo el modelo de las sociedades más “avanzadas”, los recursos, las materias primas, se agotarán pronto. Por otro lado, la tierra se deteriora, con el peligro de convertirla en muy peligrosa o incluso inhabitable. Nuestras sociedades ya no serán sostenibles a este paso.

¿Esto tiene que ver con el “mito del progreso”?

El Iluminismo francés defendió enconadamente la fe en una interpretación progresista de la historia. Se estableció una estrecha relación entre progreso y razón, y basados en la ciencia racional, se afirmó con rotundidad que toda la historia progresa hacia la paz perpetua, la virtud y la felicidad. Esta ideología de progreso se extiende por todas partes, fortalecida por la fe en donde la ciencia y la técnica todo lo pueden. Las crisis económicas a partir de los años setenta del siglo XX, y la constatación de los desequilibrios ecológicos, fueron poniendo en evidencia la ingenuidad y el peligro del mito del progreso.

¿Qué reprochan los ecologistas a los teólogos cristianos?

Algunos grupos dicen que la fe en un Dios omnipotente se proyecta en su imagen, el ser humano, y también se cree omnipotente, dominador y propietario despótico de la naturaleza. Lo mismo sucede en el relato del Génesis, en el que, dicen, se entiende como un derecho a explotar la tierra. También opinan que la concepción cristiana lineal del tiempo, entendida con un inicio, un desarrollo y un final; y no como un eterno retorno donde no hay innovación. Esto favorece el mito del progreso indefinido.

Algunos hablan de arrogancia cristiana. ¿Qué arrogancia?

Sería la arrogancia de creer que el ser humano está en el centro y por encima de toda la naturaleza y que todo está a su servicio, y puede usarlo como le plazca. Sería muy parecido al derecho de propiedad romano en el que se permite usar y abusar de lo que es mío, hago lo que quiero. Esta “arrogancia” desencadenaría en tragedia ecológica porque se defiende un dualismo radical entre el hombre, que ya no forma parte de la naturaleza, y la misma naturaleza, que finalmente se toma la revancha.

Personas, naturaleza, y animales. ¿En qué nos distinguimos?

Sólo los seres humanos somos imagen de Dios, y administradores de la naturaleza, con derechos y deberes. Se tiene que huir de un antropocentrismo radical, pero sin caer en un igualitarismo que no tiene cimientos serios. Los hay que hablan de “derechos” de la naturaleza, y sobre todo de los animales que viven. En el fondo de la cuestión se encuentra el debate de si se trata de derechos de la naturaleza y de los animales a ser bien tratados; o bien si es una obligación de las personas tratar correctamente de su entorno. De hecho, la naturaleza no puede estar sujeta a deberes, a un derecho siempre corresponde un deber; por otro lado, si no existiera la humanidad, no se podrían ni plantear los derechos de la naturaleza o de los animales.

¿Cómo se relacionan los conceptos de sostenibilidad y justicia?

En la creación todo está interrelacionado. Hoy se habla de ecología integral, que tiene en cuenta todos los elementos que lo afectan, que son muchos. La ecojustícia insiste especialmente en la relación entre ecología y justicia social, porque son los más pobres quienes reciben más la crisis del planeta. No hay dos crisis separadas, una ambiental, y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Lo que no es justo, no es sostenible; lo que no es sostenible, no es justo.

¿Cómo tiene que cambiar la relación entre ciencia y fe para llegar a una sociedad sostenible?

Hay dos condiciones a fin de que haya una correcta relación entre fe y ciencia. Por un lado, que se abandone todo fundamentalismo, a menudo basado en una lectura literal de la Biblia que no se ajusta con los datos de la ciencia, por ejemplo, la creación en seis días naturales. Por otro lado, se tiene que abandonar también el cientificismo, que afirma que solo existe lo que se puede experimentar, y dar una imagen del mundo acabada y completa. Solo sin estas dos posiciones equivocadas, es posible que la sabiduría cristiana pueda aportar un mensaje que favorezca la ecología y la sostenibilidad.

¿Por qué las religiones pueden ayudar a superar la crisis ecológica?

Las causas de la crisis ecológica son ideológicas, de concepción del hombre y del mundo y de su desarrollo, de una visión global de la historia, de la vida, del planeta; la complejidad de la crisis es tan grande que no puede ser resuelta solo con criterios tecnológicos y científicos, porque estos se ponen siempre al servicio de un plan más general, de unos principios. Solo se podrá superar la crisis con una nueva visión, unos nuevos conceptos, un estilo de vida diferente. Las religiones aportan una sabiduría milenaria de principios, criterios y motivaciones para el cuidado de la Tierra.

¿Cuál es la importancia del papa Francisco en la creación de un discurso ecológico?

El mérito del Papa Francisco, en mi opinión, es haber sabido recoger la sabiduría cristiana de los últimos cincuenta años, tanto del Consejo Mundial de Iglesias, como de los Patriarcas de Constantinopla y de las reflexiones católicas de los papas y de los teólogos, y haber hecho una síntesis entendible, completa, que anima a superar la crisis. Me ha parecido muy importante el llamamiento que se hace hacia una nueva espiritualidad que una Dios, la persona y la creación, y presente el mundo como una teofanía: “Dios ha escrito un libro precioso, las letras del cual son la multitud de criaturas presentes en el Universo” (Laudato si’, 85).

Al final del libro propone una serie de plegarias y poesías. ¿Hay alguna frase, algún verso, que tenga un eco especial para usted?

“Dios, envíanos, /a cuidar la tierra y a compartir todo el que es necesario para vivir en comunidad, /a resistir y denunciar todo el que niegue la vida, /a amar al prójimo y a hacer lo que es justo, /de forma que donde había muerte haya vida.” (IX Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias, Porto Alegre, 2006)

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