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Catalunya Religió
Fotografia: Sant’Egidio.
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(Laura Mor –CR) "¿Dónde está nuestra fe si pensamos que el tema de los que han muerto mientras viajaban hacia Europa es una cuestión irresoluble?" Nueva llamada al compromiso cristiano ante el reto migratorio. Este lunes por la noche se han reunido un centenar de personas para orar en la basílica de los Santos Justo y Pastor, en Barcelona.

Gente migrada de Marruecos, de Siria, de Filipinas y de varios países de América Latina, así como representantes de las entidades convocantes, se han encontrado en la oración 'Morir de esperanza'. Comparten la preocupación ante lo que conllevan hoy los procesos migratorios. Y han dedicado este rato a hacer memoria. Una vez más han dicho en voz alta nombres y situaciones concretas de tantos que han perdido la vida en este camino el último año.

Una Europa que lo mira a distancia

"Ya no es noticia que mueran cientos de personas en el mar Mediterráneo", lamentó el rector de la parroquia, Armand Puig. En su intervención ha denunciado que el Mediterráneo se haya convertido en "Madre Mortum". Ha hablado de esta "nueva fosa en el mar donde morían hombres, mujeres y niños sin distinción", y ha criticado que Europa lo mire "a distancia".

Puig ha recordado el pasaje del Evangelio en el que Jesús se encuentra en la barca con los discípulos cuando se desata la tormenta. "Deben atravesar el mar de Galilea, son unos pocos kilómetros, pero a veces peligrosos, porque la embarcación es pequeña y rudimentaria". Y comparó la escena con los llamados "viajes de la esperanza" como se conocen "las travesías de personas que querían llegar y llegaban en condiciones calamitosas en la costa de Roma".

Memoria obligada

La comunidad de Sant'Egidio, Cáritas Diocesana de Barcelona, la delegación diocesana de Pastoral Social y Caritativa de Barcelona, Justícia i Pau, la Fundación Migra Studium, la Fundación Bayt-al-Thaqafa y la Federación Filipina KALIPI han orado juntos en ocasión de la jornada Internacional del Refugiado. Esta oración "es un momento de recuerdo a las personas que mueren viniendo a Europa, llegando a nuestras costas y también en América o en los desiertos de África", explica Meritxell Téllez, de la comunidad de Sant'Egidio, entidad coordinadora de el acto.

Jóvenes de realidades diversas han hecho una procesión de entrada. Algunos, voluntarios que han ayudado en campos de refugiados; otros, migrantes que llegaron a la península con pateras. Han mostrado varias imágenes, también la cruz con maderas de una embarcación de Lesbos, y con un salvavidas de un niño, aparecido en la playa de esta isla griega donde el papa Francisco pronunció su grito de "vergüenza".

El rector de Santos Justo y Pastor se ha detenido a describir "el susto de los rostros amontonados dentro de las frágiles barcas o en las colas de caminantes hacia una tierra aún lejana, o bien en los campamentos de refugiados improvisados, con temperaturas extremas". Y ha hecho un llamamiento a promover alternativas a partir de una iniciativa muy concreta: "Los corredores humanitarios son la fe de Jesús que cambian el mal por el bien".

Puig considera que "la palabra de Jesús cambia la historia de sus discípulos, allí en ese mar de Galilea". Y que, "cuando el Evangelio entra en la vida de las personas, todo puede cambiar". También, "lo que parecía una empresa imposible se convierte en un proyecto prometedor y bienvenido". Al salir, los participantes han recibido una flor de diferentes colores y una tarjeta con el icono de la barca, símbolo del reto que afronta toda la humanidad.

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