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Catalunya Religió

(Laura Mor –CR) La frontera Sur se ha convertido en un escenario muy frágil. Algunas entidades locales han cifrado en 37 los refugiados muertos la noche del jueves en la valla que separa Nador de Melilla. Calculan que hay más de un centenar de heridos, algunos de los cuales todavía esperan recibir atención. Un trágico episodio que ya han pedido investigar varias asociaciones en defensa de los derechos humanos, como Justicia y Pau, y la propia comisión episcopal para las Migraciones y la Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal Española.

El arzobispo emérito de Tánger, el franciscano Santiago Agrelo, ha denunciado también en las redes sociales la opacidad en este nuevo capítulo de represión: "No preguntes cómo murieron. No preguntes si estas muertes fueron evitables. No preguntes por responsabilidades en este crimen contra unos jóvenes africanos sin derechos y sin pan", ha escrito.

Las entidades sobre el terreno siguen en estado de choque y viven con mucha preocupación lo que está ocurriendo. Es el caso de las presencias de Iglesia dedicadas al apoyo y atención sociosanitaria de los recién llegados. Hemos hablado con el jesuita Àlvar Sánchez, que es el responsable de la Delegación Diocesana de Migraciones en Nador, y que pide poder atender a las personas que han resultado heridas. Algunas requieren cirugía y esperan poder acceder a ellas.

El religioso se esfuerza en contrastar un modelo de acogida fallido con la celebración de Charles de Foucauld que han vivido este mismo fin de semana en Nador: "Hemos empezado con una exposición de paneles sobre su vida. ¿Quiénes han sido los primeros en entrar en la iglesia a visitarla? Dos musulmanes. ¿Quiénes han sido los segundos en entrar en la iglesia a visitarla? Seis judíos". Con esta pequeña anécdota plantea un potencial de encuentro y acogida de la diversidad que hoy parece más necesario que nunca.

"Tenemos mucho que ofrecer, tenemos mucho que decir", apunta en esta entrevista el jesuita sobre el papel de la Iglesia diocesana. "Estamos hablando de una humanidad que se plantea como una propuesta de futuro. Estamos hablando de un capital humano que puede ser levadura de una sociedad que de una forma u otra llegará y hay dolores de parto que podemos ahorrarnos", sugiere ante el horror que acaban de vivir.

¿Qué hacer para evitar un episodio tan trágico como éste?

Toca abrir un espacio de reflexión. Estamos en un momento en que se dan las condiciones para que esto vuelva a suceder si no ponemos remedio. Actualmente, la situación en el Sahel es insostenible. Actualmente, las consecuencias del cambio climático empiezan a notarse en las comunidades y en las economías domésticas de muchas familias. Está descendiendo el porcentaje de producción agrícola en muchos países. Sabíamos que después del paro de la Covid se reanudaría la movilidad humana hacia el norte. Sabemos las consecuencias de la inversión creciente en dispositivos de control en Libia. Evitar el flujo migratorio en un sitio tiene como consecuencia que este flujo quede dirigido hacia otros puntos del Mediterráneo. Cuando el Mediterráneo deja de convertirse en una alternativa para la movilidad humana, entonces, es el Atlántico el que acaba cobrando más vidas –según el colectivo Caminando fronteras, con más de 4.000 personas fallecidas o desaparecidas el año pasado–. Y después son las condiciones internas de un país: sudaneses, yemeníes y otras comunidades están dejando sus países. ¿Eso puede volver a ocurrir? ¡Por supuesto que puede volver a pasar! Y todos tenemos la responsabilidad de prevenirlo.

¿Qué papel pueden jugar ahí?

Queremos ser parte de la solución, creemos que tenemos cosas que aportar. Nos ponemos en manos de las autoridades competentes para contribuir a mediar con las comunidades, para contribuir a ofrecer unos mecanismos más humanos para gestionar los retos que nos plantea la movilidad humana en esta frontera. Lo que no podemos es insistir en discursos que legitiman la violencia. Entendemos que ésta no es la manera. Ahora mismo, o cambiamos las condiciones, o eso podríamos volver a encontrarlo dentro de pocas semanas.

Y después es una oportunidad para recordar que el PIB de este continente no alcanza el 10% del PIB de Europa. Estamos hablando de desigualdades, a nosotros nos ponen ante una injusticia y una relación muy desigual y que puede tener consecuencias como las que estamos viviendo.

Entendemos que haya controles en las fronteras, pero deben acompañarse de una mayor inversión en favorecer procesos de democratización de sociedades en los países de origen. Y, por supuesto, al dejar que estos países puedan encontrar su espacio para dinamizar sus economías.

Estas políticas requieren mucho tiempo. Y a corto plazo, ¿qué hacer?

Es complicado ver cómo revertir estas dinámicas a la corta, o cómo podemos garantizar que esto no ocurra. Evidentemente, sólo es desde la voluntad política que ahora mismo se pueden llegar a realizar los cambios. Las decisiones del presente pueden configurar escenarios de futuro. No podemos salir de lo que tendremos en el futuro cuando no estamos gestionando el presente. Y aquí existe una respuesta política muy inmediatista que no es la adecuada para interpretar lo que está sucediendo. Hablar de ataques a la valla es una forma muy reducida de entender lo que está pasando y de ofrecer un discurso y un relato veraz. Dejemos que la realidad se pronuncie y favorecemos espacios de diálogo para poder interpretar y leer bien la realidad, si no no encontraremos la manera de abordar el reto de la movilidad humana.

¿Con qué equipo cuenta para realizar esta mediación en el día a día? ¿Existe coordinación entre las entidades de Iglesia?

La Iglesia está presente en distintos puntos de toda la geografía de nuestros países. Con equipos multiculturales y plurirreligiosos preparados para servir a las personas más vulnerbalas. También trabajamos en favor de la población marroquí. Sólo en el centro Baraka, dedicado a la formación y reinserción sociolaboral, se forman cada año más de 1.000 estudiantes. Ofrecemos un servicio a la juventud y a la mujer local y, al mismo tiempo, ofrecemos servicios a la población con movilidad.

Formamos parte de la RAEMH, que es la Red Africana-Europea por la Movilidad Humana, una iniciativa de Cáritas. Lo hemos defendido y formamos parte. En cuanto al ámbito de la movilidad humana, habría que consolidar la colaboración interdiocesana y tener un marco estratégico compartido. ¡Hay cosas que necesitan ser mejoradas porque estamos hablando de vidas humanas, de sufrimiento, y estamos hablando del Evangelio!

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