Pasar al contenido principal
Catalunya Religió
Alba Romero
Alba Romero

Glòria Barrete –CRAlba Romero lleva ocho meses entrando a vivir en la comunidad del Sagrado Corazón de Jesús de Bilbao. Ha ido para hacer el postulantado, el tiempo de conocimiento mutuo en las congregaciones religiosas antes de decidir si uno hace los votos para ser religioso o religiosa. Tiene treinta años y es médica. Su segunda casa era el Casal Loiola de Barcelona. Reconoce que tenía muchos prejuicios sobre esta opción de vida que ahora defiende como una vida que no es estrecha ni sometida.

De familia creyente y practicante, Alba Romero comienza su camino de fe más personal estudiando ESO y Bachillerato con los Jesuitas. Un proceso de fe "natural y progresivo", alejado de conversiones extraordinarias y de momentos puntuales, sino que lo describe como "un ir haciendo, con inquietudes, y estirando siempre del hilo". Reconoce que siempre ha tenido inquietudes hacia la justicia social y por el trabajo con las personas necesitadas, "para paliar el sufrimiento". Por eso cree que estudió Medicina, “me llamaba la vocación de fondo de estar al lado de la gente que sufre”, explica.

"AL PRINCIPIO TAMPOCO LE PONES PALABRAS A LO QUE SIENTES, INCLUSO LO VIVÍA CON UN POCO DE VERGÜENZA, DE SENTIMIENTO QUE NO PODÍA SER"

A medida que va creciendo se implica más en campos de trabajo en verano. Es allí donde ve que la vida en comunidad es una vida que le gusta. “Vi claro que estar al servicio de las personas de las periferias de nuestro mundo, en todos los sentidos, y estar en comunidad, aunque estuvieran dos semanas, a mí me llamaba”. Al principio costaba poner nombres a lo que iba oyendo. Es en 2014 cuando hace una experiencia con los Jesuitas en Chad, en África, y es uno de sus momentos vitales importantes. "Allí se dio una experiencia fuerte de Dios, y con los demás".

Pero la vida religiosa femenina era para ella un gran tabú. "Al principio tampoco le pones palabras a lo que sientes, incluso lo vivía con un poco de vergüenza, de sentimiento que no podía ser". Alba imaginaba la vida religiosa como una vida "extraña hoy en día, yo también tenía mis prejuicios desde fuera", reconoce. Confiesa que, por un lado, veía la vida religiosa con una radicalidad que la llamaba, pero, por otro lado, también tenía el prejuicio de ser “una vida estrecha, o que la mujer asumía un papel en la Iglesia de mujer sometida”. Fue descubriendo personas, “que al final son las que nos dan a conocer y abrir el corazón”, dice, y descubrió que no era una vida así.

NOS CONFIESA QUE LA PALABRA MONJA, TODO LO QUE COMPORTA IMPLÍCITAMENTE, "ME CUESTA MUCHO". A MEDIDA QUE FUE CONOCIENDO A PERSONAS DE LA CONGREGACIÓN, SIN EMBARGO, VIO QUE ERAN MUJERES LIBRES Y FELICES.

“En el momento en que hago el fuerte discernimiento lo hago un poco en abstracto”, explica. Romero afirma que varias personas le han ido acompañando en el proceso, pero la última persona en hacerlo fue un jesuita. Con él empezó a buscar dónde podía materializar su inquietud religiosa. “Había que buscar dónde, ¡porque jesuita no podía ser!”. Alba tenía claro que era necesario un lugar que tuviera espiritualidad ignaciana, que no hubiera hábito de por medio, y que fuera una vida apostólica activa y que tuviera la oración como parte esencial. La casualidad hizo que se reencontrara con una religiosa del Sagrado Corazón que había sido el acompañante de su grupo de confirmación. "Como la conocía, le conté mi proceso, y ella me compartió un poco de su proceso y de su congregación". Fue cuando vio que ella podía encajar en el Sagrado Corazón. "Lo que me compartía me resonaba mucho", argumenta. Esto ocurre en mayo del 2021, hace dos años.

"En mi propio prejuicio también estaba el papel de la mujer dentro de la vida religiosa, pero la persona que yo conocía era tan libre que no me cuadraba en el prejuicio". Desde la forma de hablar, hasta la forma de vestir, pasando por cómo vive su fe y cómo la expresa. Uno a uno los tópicos de Alba se fueron desmontando. "Fue muy inspirador para mí ver que existe un tipo de religiosa así". Nos confiesa que la palabra monja, todo lo que comporta implícitamente, "me cuesta mucho". A medida que fue conociendo a personas de la congregación, sin embargo, vio que eran mujeres libres y felices. “Eso me cautivó, ¡de vida estrecha y de vida sometida no tenía nada aquello! Cada uno aquí puede ser lo que es, y si en algún momento no puedo ser libre pues veré que hago”.

Y llegó el momento de anunciar en su entorno la opción de vida que tomaba. "Lo fui comentando progresivamente". En general, afirma, las personas lo reciben bien, "ven que te hace feliz y tampoco les descuadra". Romero cree que al final el proceso vital se exuda, aunque sabe que quizá el nombre de vida religiosa asusta. “Cuando explicas qué vas a hacer se entiende perfectamente. Es un trabajo pedagógico y debes tener energía para explicarlo también, para explicar qué es y qué no es y desmontar prejuicios, pero con la gente que quiero vale la pena hacerlo y así lo he ido haciendo”, explica.

Entra en el postulantado en septiembre del 2022. Un tiempo de conocimiento mutuo que servirá para decidir si esa vida le encaja y si ella encaja allí. Se realiza a través de una comunidad concreta, como una más, pero sin votos. El proceso de postulantado es muy individualizado en cada caso, pero en el Sagrado Corazón como el postulantado es internacional apuestan últimamente para que sea un proceso de dos años, “para arraigarse en la provincia y generar el vínculo”.

Tuvo que esperar un año a entrar en el postulantado una vez tenía la decisión de entrar presa. "Yo ya lo tenía muy decidido, pero fueron ellas que no tenían prisa". Confiesa divertida que a menudo se frustraba porque pensaba, “¡ostras ni que tuvieran mucha gente!”. “Después entiendes que si debe ser será y que no es necesario precipitarse”, reconoce.

"VIVO DESDE OTRO NIVEL CON LOS DEMÁS, Y NO ES QUE NIEGUE LA AFECTIVIDAD NI LA REPRIMA, SINO QUE SIMPLEMENTE ESTOY DISPONIBLE Y MÁS ABIERTA A OTRO TIPO DE AFECTIVIDAD".

Alba ha ido a Bilbao, pero podría haber ido a otras comunidades. "Se intenta en cada caso que sea una comunidad activa, mínimamente joven, y que sea una ciudad donde pueda estudiar Teología, aunque no es el objetivo de la etapa". También se procura que haya grupo de jóvenes. Ella participa del grupo Magis del Casal Loiola de Bilbao. “El próximo año puede que me quede aquí, pero también podría ser que cambiara de comunidad. Nunca se sabe”. Pese a ser médico y haber terminado la especialidad de medicina de familia, Alba ha preferido cambiar a Bilbao y está haciendo de profesora de una FP y está en un servicio de acompañamiento espiritual en un hospital.

“No vivo demasiado una vida de antes y una de ahora, no echo de menos nada”. Evidentemente, la distancia con los amigos y familia, los vínculos, los echa de menos, “pero igual sería si hubiera ido a hacer un doctorado en Oviedo, ¿no?”. Lo que sí ha experimentado es un camino de crecimiento, y pese a no hacer votos sí vive ya como si los hubiera hecho. "Pienso que si vives esta vida desde la oración, desde Jesús, desde lo que te ha traído aquí, habrá días que evidentemente todo se hará una montaña, pero al igual que fuera de esta vida", explica. Hay otros días, afirma, "la mayoría", en los que la opción de vida hecha toma otro sentido. "Vivo desde otro nivel con los demás, y no es que niegue la afectividad ni la reprima, sino que simplemente estoy disponible y más abierta a otro tipo de afectividad".

SI DESPUÉS DE UN TIEMPO NO CUADRA POR LO QUE SEA, DE UNA ESQUINA U OTRA, “CON LIBERTAD SE DICE Y YA ESTÁ”

Alba Romero reconoce que cuando le pedimos la entrevista pensó que podía ser una buena opción para hacer pedagogía. “Creo que a mí en su momento me habría ayudado leer una entrevista de una persona que veo normal y que lleva una vida normal, que no chirría y veo que no es raro”. Y lo cree de verdad. Afirma que no tiene demasiada diferencia su vida ahora de la de otra que no vive la vida religiosa, “salvo que vivo en comunidad y con estas cosas en el centro y que seguramente en unos años habré hecho votos”. Cree que es importante esto y que se debe tener energía para decirlo, y sobre todo para hacer presencia. "La vida religiosa para mí es una opción válida como cualquier otra".

Reconoce que internamente tampoco se siente presionada para hacer los votos. "En la congregación son muy libres y aceptan mucho este tiempo como un tiempo de conocimiento mutuo". Si después de un tiempo no cuadra por lo que sea, de una esquina u otra, “con libertad se dice y ya está”. Romero afirma que si llegara el momento de decir que no es su sitio, viviría con algunas contradicciones o tristeza por haber puesto todo en un sitio y tener que cambiar de rumbo, pero viviría el fracaso peor con su gente que con las hermanas de comunidad, “porque en esto me he sentido totalmente libre. Miran mucho por la persona, ni números ni cifras”.

La palabra disponibilidad habla de su vocación y cree que ese tipo de vida le permite estar disponible con muchos sentidos. “Siento que mi amor se ensancha hacia otras personas, aunque mi día a día es algo limitado en cuanto a servicio de momento”. Le hace feliz sentir que no es lo más importante, y que esta forma de vida le ayuda "a disponerme y construir mejor el Reino, a tener más presente el Evangelio y a Jesús".

Y puntualiza. "Esto tampoco quiere decir que mis preocupaciones no tengan espacio". Cierto, explica, que en otros momentos de la historia de la vida religiosa parecía como si sólo primara la parte espiritual. "Ahora también tenemos espacios para atender a la persona en todas sus facetas, psicológicamente también si es necesario". Al final, explica, “siento que estoy donde tengo que estar, ¡que no es poco! La vida religiosa es una vida humana, hay días que me da pereza levantarme y rezar también, pero hay días que me estaría más rato, pero eso no me da ni superior ni inferior a otro”.

Us ha agradat poder llegir aquest article? Si voleu que en fem més, podeu fer una petita aportació a través de Bizum al número

Donatiu Bizum

o veure altres maneres d'ajudar Catalunya Religió i poder desgravar el donatiu.