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Catalunya Religió

Un grupo de laicos cristianos vinculados a la política, el pensamiento y la comunicación, y entre ellos varios asesores de organismo de la Santa Sede, han dicho basta. Y esta semana han hacer llegar una carta a la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española denunciando "el escándalo" y la "intoxicación mediática" de la cadena de televisión controlada por los obispos españoles, la 13TV.

El texto lo firman personalidad relevantes como Eugeni Gay, vicepresidente del Tribunal Constitucional, y los tres laicos catalanes que forman parte de los organismos asesores del Vaticano: Josep Maria Cullell, decano del Colegio de Auditores del Vaticano, Josep Miró i Ardèvol, miembro del Pontificio Consejo para los Laicos, y Francesc Torralba, consultor del Pontificio Consejo de la Cultura. También lo firman Josep Maria Carbonell, presidente de la Fundació Joan Maragall, David Jou, catedrático de Física de la Universitat Autònoma de Barcelona, y Jordi López Camps, exdirector general de Asuntos Religiosos de la Generalitat. Es el mismo grupo que recientemente ha promovido diversas reflexiones públicas sobre la presencia de la Iglesia en la sociedad y representan un amplio espectro político y eclesial.

El texto se ha hecho llegar a la Permanente de la Conferencia Episcopal Española, máximo órgano de la Conferencia entre las plenarias y en la que están representados los responsables de la comisiones episcopales. Entre los veintitrés tres obispos que forman parte, presididos por el cardenal Antonio M. Rouco, hay cuatro de catalanes: el cardenal Martínez Sistach, y los obispos Sáiz Meneses, Piris y Taltavull.

Hasta ahora, ningún obispo ha hecho un pronunciamiento público contra los contenidos que está difundiendo la 13TV con una polémica similar a la que ya se vivió cuando durante años La Cope, también propiedad de los obispos, fue liderada por Jiménez Losantos.

"La descalificación personal, la demagogia, la reiteración hasta el extremo de tópicos y prejuicios, la mentira reiterada, la vejación y la humillación de colectivos enteros, la violencia verbal y la mala educación" son sólo algunas de actitudes que denuncian que se pueden ver cada día en algunos programas y tertulias de la 13TV. Una cadena que siendo propiedad de los obispos "debería ser ejemplo de pacificación, de diálogo y de búsqueda de la convivencia armónica entre todos los ciudadanos".

La carta abierta afirma que "este tipo de programas no sólo escandalizan cristianos, también en agnósticos y ateos, a ciudadanos de buena voluntad que se quedan perplejos frente a la intoxicación mediática que generan". Por ello, los firmantes se muestran "consternados por el deterioro que sufre la credibilidad de la Iglesia ante nuestra sociedad por estos testigos que son malos ejemplos de virtudes que como cristianos debemos practicar".

Pueden leer el texto entero a continuación.

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13TV o la destrucción del diálogo

El diálogo es la máxima expresión del encuentro humano, la más madura de sus manifestaciones y es el mecanismo para resolver las profundas diferencias y tensiones que tan a menudo surgen en la comunidad humana. La voluntad de pacificar es una exigencia que emana del Sermón de la montaña: “Bienaventurados los pacíficos porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9), y sintonía con una esperanza universal de todos los tiempos.

A lo largo de su magisterio pontificio, el papa Francisco, ha hecho hincapié en el valor del diálogo como mecanismo de comprensión y de resolución de los problemas sociales y políticos que nos atenazan. A su juicio, el diálogo es el único camino para poder establecer puentes de pacificación entre colectivos alejados, entre pueblos separados por razones históricas. Frente al autoritarismo, frente a la intransigencia y a la coacción, el Obispo de Roma defiende el valor del diálogo.

En el diálogo, el otro es considerado como un interlocutor válido. No es una persona a conquistar, ni un enemigo dialéctico a quien derrotar; es alguien que puede aportar ideas, un sujeto que contribuye, con su palabra, a esbozar el camino de pacificación. A su juicio, los graves problemas que sufre nuestra sociedad no se resuelven con la indiferencia egoísta, pero tampoco con la protesta violenta o la mentira. El diálogo es el antídoto a cualquier forma de violencia y el único modo de hallar soluciones a los problemas que afectan al conjunto de nuestra sociedad y el modo democrático de fortalecer la convivencia.

En el diálogo, tal como lo concibe el papa Francisco, el otro no es un sujeto pasivo, ni un receptáculo de mis ideas y opiniones; es un sujeto activo. Para acercarse al otro y reconocerle como un interlocutor válido, dotado de dignidad y merecedor de respeto, es fundamental superar los prejuicios y las precomprensiones negativas que se tienen del otro, pues sólo, de esta manera, se puede establecer un diálogo fluido entre ambos. Para dialogar, es necesario saber atender y comprender al otro en sus puntos de vista.

En el discurso del Santo Padre Francisco a un grupo de visitantes japoneses, estudiantes y profesores de un colegio de enseñanza media, se pregunta: “¿Cuál es la actitud más profunda que debemos tener para dialogar y no pelear? La mansedumbre, la capacidad de encontrar a las personas, de encontrar las culturas, con paz; la capacidad de hacer preguntas inteligentes: «¿Por qué tú piensas así? ¿Por qué esta cultura hace así?». Escuchar a los demás y luego hablar. Primero escuchar, luego hablar. Todo esto es mansedumbre. Y si tú no piensas como yo —pero sabes… yo pienso de otra manera, tú no me convences—, somos igualmente amigos, yo escuché como piensas tú y tú escuchaste como pienso yo”.

Siguiendo las condiciones del diálogo que elabora Pablo VI en Ecclesiam suam, el Papa Francisco subraya la mansedumbre como condición necesaria para llevarlo a cabo. La mansedumbre, virtud capital, predispone a la escucha y al interés por el otro interlocutor, apacigua la reacción espontánea emocional y facilita el encuentro entre ambos interlocutores independientemente del grado de afinidad ideológica que tengan. La escucha es la condición de posibilidad del diálogo, del entendimiento y de la comprensión entre personas, culturas y religiones.

Los debates políticos y sociales que tienen lugar en determinados programas actuales se ubican a las antípodas de esta filosofía. El insulto, la descalificación personal, la utilización de la falacia y de la demagogia, la reiteración hasta el extremo de tópicos y de prejuicios, la mentira reiterada, la vejación y la humillación de colectivos enteros, la violencia verbal y la mala educación son las actitudes que reinan en estos programas –y, tristemente, contribuyen a su audiencia.

Este tipo de programas no sólo escandalizan a cristianos, también a agnósticos y ateos, a ciudadanos de buena voluntad que se quedan perplejos frente a la intoxicación mediática que generan este tipo de productos audiovisuales. Generan indignación, activan emociones gravemente tóxicas en el cuerpo social y atizan la confrontación y la animadversión entre colectivos.

Es especialmente doloroso y difícilmente comprensible que algunos programas de ese tipo tengan acogida en los medios de comunicación cuya participación mayoritaria pertenece a la Conferencia Episcopal Española. Este hecho no puede dejarnos indiferentes. Como cristianos laicos, comprometidos activamente en la vida eclesial y plenamente conscientes de la misión que tenemos en el mundo y en la Iglesia, consideramos que este tipo de programas entran colisión frontal con la voluntad de pacificar y de tender puentes que derivan de la ética del Evangelio y del talante y de los discursos del Papa Francisco. España no se merece esto. El diálogo –con pasión, convicción y sinceridad, pero con honestidad y argumentos– es una de las pocas esperanzas de construir un mundo más justo y pacífico.

La búsqueda de la audiencia a través de la confrontación, del insulto, de la violencia verbal, de la palabra hiriente y soez, no puede, en ningún caso justificarse, menos aún si se trata de una cadena que sostiene en gran parte la Conferencia Episcopal Española y que debería ser, por ello mismo, ejemplo de pacificación, de diálogo y de búsqueda de la convivencia armónica entre todos los ciudadanos. En la entrevista al Papa en la Civiltà Cattolica, afirma: “Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad para curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles”.

La libertad de opinión y de expresión es una condición sine qua non de la vida democrática y de las sociedades abiertas. También lo es de la práctica del diálogo, pero tal libertad no puede entrar en conflicto con virtudes esenciales para desarrollar esta noble actividad humana como la humildad, la mansedumbre, la afabilidad, la veracidad y la honestidad intelectual.

Ante esta situación nos sentimos consternados por el deterioro que sufre la credibilidad de la Iglesia ante nuestra sociedad por estos testimonios que son malos ejemplos de virtudes que como cristianos hemos de practicar. Por ello, desde nuestro profundo sentimiento de pertenencia eclesial consideramos que la Conferencia Episcopal Española debe indicar que se revisen los contenidos de algunos programas de 13TV para que ellos sean coherentes con el testimonio veraz y efectivo de la fe.

Josep Maria Carbonell, presidente de la Fundació Joan Maragall
Josep Maria Cullell, decano del Colegio de Auditores del Vaticano
Eugeni Gay, exvicepresidente emérito del Tribunal Constitucional
David Jou, catedrático de Física de la Universidad Autónoma de Barcelona
Jordi López Camps, exdirector General de Asuntos Religiosos de la Generalitat
Josep Miró i Ardèvol, miembro del Pontificio Consejo de los Laicos
Francesc Torralba, consultor del Pontificio Consejo de la Cultura

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