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Para el evangelio del día de Pentecostés corresponde, como es lógico, leer un texto que hable del Espíritu Santo; se han escogido para ello unos versículos del capítulo 14 del evangelio de Juan (Jn 14,15-16.23b-26).

Jesús anuncia a los discípulos que les enviará el Espíritu Santo. Fijémonos en que la promesa va precedida de un condicionante introducido por la partícula griega “ean”. “Si me queréis guardará mis mandamientos”. Amar a Jesús equivale a la aceptación de su persona, sus enseñanzas y sus obras y, sobre todo, lo que vendrá, su muerte y resurrección. La aceptación de Jesús comporta guardar sus mandamientos que se concretan en el fundamental mandamiento del amor (13,34). La aceptación y guarda del mandamiento del amor convierte al grupo de los discípulos en una comunidad apta para ser receptora del Espíritu. El pueblo del Antiguo Testamento se constituyó en una comunidad por la aceptación y el cumplimiento de la Torá, la ley. Fracasada la monarquía, desaparecido el sacerdocio, el pueblo de Israel trabó su unidad y se constituyó como comunidad en torno a la Ley (Dt 26,16-19; Jr 31,33). Ahora, los seguidores de Jesús se constituyen en comunidad cristiana, en nuevo pueblo de Dios por la aceptación de la persona de Jesús y el cumplimiento del mandamiento del amor. Aceptando a Jesús, amándolo, aceptando a los demás y amándolos se cumple el condicionante previo al don del Espíritu.

En esto el grupo de Jesús se contrapone al mundo (la lectura litúrgica se limita a pocos versículos del pasaje que habla del Espíritu). El mundo no puede recibir al Espíritu que sopla donde quiere, cuando quiere y sobre quien quiere pero nunca sobre quien se cierra a su dinamismo. El Espíritu puede ser rechazado. La no aceptación de Jesús y el incumplimiento del amor impiden reconocerle, recibirle y, en consecuencia, beneficiarse de Él.

El Espíritu Santo es el “Parakletos” sólo se utiliza cinco veces en el Nuevo Testamento, cuatro veces en este Evangelio para referirse al Espíritu (14:16; 26; 15:26; 16:7) y una vez en 1 Juan 2:1 para referirse a Jesús. Un “parakletos” es siempre la persona a la que se llama cuando alguien está en peligro, duda, angustia, o sin saber qué hacer”; se ha traducido como Defensor, Consejero, Consolador, e Intercesor. Puede significar un abogado que lucha a tu favor o un testimonio que atestigua por tu bien. Puede referirse a una persona que da consuelo, consejo, o fuerza en un momento de necesidad. Los diversos significados, en vez de anularse uno al otro, se complementan. Si el Espíritu interviene en situaciones complicadas y difíciles, es comprensible que Jesús asegure su presencia cuando los discípulos perseguidos comparezcan ante los tribunales (Lc 12,12).

Jesús se refiere al Espíritu Santo como el “otro parakletos” y es que Jesús es también un “parakletos”. Así lo dice la 1a. carta de Juan: “Si alguien peca tenemos cerca del Padre un defensor Jesucristo que es justo” (1Jn 2,1). Entre Jesús y el Espíritu no existe contradicción. El Espíritu actúa en continuidad en la acción y enseñanza de Jesús. En cierto modo, es una única actuación que se despliega en dos momentos; el momento del Espíritu es lo que ocurre después del Jesús histórico. No hay nada original ni nuevo, no hay ninguna revelación que añadir. Todo lo que hará el Espíritu está presente, de alguna forma, en la actuación de Jesús.

“El Espíritu ... os hará recordar todo lo que yo os he dicho y te lo hará entender” (v.26). La articulación de la comunidad joánica tiene su fundamento en el don del Espíritu que es recibido de forma igual por todos sus miembros. No existen cargos o tareas específicas en la comunidad dedicadas a la instrucción. Todos tienen el conocimiento y todos conocen la verdad (1 Jn 2,20) y quienes han recibido el Espíritu del Hijo no necesitan que nadie los instruya (1 Jn 2,27), nos dice la 1ª carta de Juan. La figura del discípulo sólo cumple la función histórica de haber sido testigo privilegiado de Jesús y, por tanto, es el aval de la tradición que lleva hasta Jesús. Con el don del Espíritu la instrucción y protección en la comunidad joánica están aseguradas.

Domingo de Pentecostés. 5 de Junio ​​de 2022

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