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Por Catalunya Religió .

Me van a perdonar que haga un poco de sociología de tertulia. Este sábado, por circunstancias que no vienen al caso, me encontré en la plaza Lesseps entre los que estaban montando unas barricadas tras destrozar las tiendas del Paseo de Gracia y la línea de los Mossos a punto de intervenir. De lejos vi también a un sacerdote de la parroquia de Lesseps discutiendo con los que apilaban vallas de obra y contenedores en plena calle para intentar convencerles que no lo hicieran. Confieso que tuve poco espíritu periodístico (y pacifista) y de la única cosa que me preocupé en ese momento fue averiguar por donde salir de allí con ellos dos ojos puestos en el mismo lugar que los tenía cuando había entrado.

La única cosa que claramente pude observar es que todos eran jóvenes. Muy jóvenes. Una evidencia que todo el mundo ha remarcado. Pero ya no tengo tan claro que los que estaban allí sean "los jóvenes".

Para empezar hay un cuestión puramente numérica. ¿Dos mil, tres mil, diez mil... los jóvenes que se han manifestado estos días? ¿Cien, doscientos, trescientos... quienes han quemado contenedores? ¿Treinta, cuarenta, cincuenta... quienes han roto escaparates y saqueado establecimientos? No sé cuántos eran, pero no creo que se pueda hacer toda una teoría sobre la falta de expectativas de los jóvenes a partir de los hechos de estos días.

Este mismo fin de semana, unos cien mil jóvenes catalanes han ido a misa o han participado en el culto de su confesión (entre éstos, unos seis mil jóvenes que se preparan para la confirmación) Este mismo fin de semana, si no hubiera el confinamiento, unos diez mil jóvenes catalanes voluntarios habrían movilizado miles de niños como monitores de las entidades educativas de tiempo libre Y hoy, hay doscientos mil jóvenes universitarios catalanes que están esperando que reabran de nuevo las aulas.

Pongo estas tres cifras sólo como ejemplo de que seguramente no podemos hacer muchas reflexiones sobre "los jóvenes" y sus expectativas y motivaciones por las imágenes que hemos visto estos días o por lo que vi en la plaza Lesseps. Es como si hubiéramos hecho un tratado sociológico y definido las políticas juveniles de mi generación estudiando lo que vimos en la mítica serie "Los jóvenes" en TV3.

Otro tema es cuáles son los males sistémicos que llevan a unos jóvenes a quemar containers. Es que con las cosas que pasan, también a mí muchas veces me dan ganas de ir a prender fuego. Y esto puede dar pie a argumentos que expliquen o justifiquen estas acciones. Sobre todo cuando otras vías se han demostrado estériles.

Pero aquí hay también otra vara de medir que suele resultar eficiente. ¿Como valoraríamos la misma acción si quienes la hicieran no fueran “los nuestros”? ¿O por una causa consideramos equivocada? Y, en este caso concreto, con mayor motivo cuando Pablo Hásel, el personaje que centra todos estos acontecimientos tampoco me parece que sea un referente y modelo para una generación. Quizás el debate sobre la libertad de expresión sería más interesante abrirlo por otro lado.

En definitiva. No estamos construyendo una sociedad suficientemente libre, con suficientes expectativas y con la necesaria igualad. Pero esto habría que revisarlo cada día. No porqué salgan unos jóvenes a quemar contenedores y escuchando más a miles de jóvenes que no salen en las noticias.

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