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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

La cita tiene calado. El papa Francisco en su reciente encíclica «Fratelli tutti» reflexiona sobre el conflicto inevitable en el séptimo capítulo que versa sobre caminos de encuentro. En el núm. 240 cita un fragmento de la encíclica «Centesimus annus” del papa Juan Pablo II, que dice: “La Iglesia sabe muy bien que, a lo largo de la historia, surgen inevitablemente los conflictos de intereses entre diversos grupos sociales y que frente a ellos el cristiano no pocas veces debe pronunciarse con coherencia y decisión”. Pero, ¿qué ocurre cuando hay cristianos en los dos bandos del conflicto? Surge entonces con fuerza la tentación de la abstención o de la equidistancia. A menudo, la fragmentación que origina el conflicto tiene más fuerza que la unidad impulsada por la fe. Se habla de la dimensión profética de la vida cristiana, pero ¿cuándo se ejerce como tal? Anuncio y denuncia van de la mano, pero en contadas ocasiones.

La cultura de la postverdad desconfía de la razón y se alimenta de las emociones. La verdad deja de interesar y el diálogo se resiente. La sociedad se inmoviliza porque sus sendas están repletas de líneas rojas. Las personas quedan encorsetadas y prisioneras, incapaces de encontrar caminos de encuentro.

El problema de fondo no es que el conflicto sea inevitable, sino que sea insoluble. Dos conflictos graves en nuestra sociedad son la polarización política y el problema territorial. Ambos afectan de manera clara prioridades tales como las atenciones sanitarias, la desocupación laboral, etc. Cuando los conflictos de intereses, por ejemplo, se producen en los dos conflictos graves antes mencionados, ¿cómo puede un cristiano pronunciarse con coherencia y decisión? ¿Debe su voz hablar en solitario o articularse de forma coral? En un contexto así, ¿la jerarquía tiene o no que pronunciarse ante estos hechos? Mientras, la situación se está degradando de tal modo que cada vez parece menos viable el regreso a la racionalidad y los caminos de encuentro aparecen dinamitados. El abuso de poder produce asfixia, pero quien tiene más poder tiene mayor responsabilidad.

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