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Leemos en la segunda lectura de este domingo los primeros versículos del capítulo segundo de la 1ª carta de Pablo a los Corintios (1C 2,1-5). El texto está estrechamente relacionado con lo expuesto en el capítulo 1º. Pablo se ha enfrentado a los griegos que, valorando la oratoria y la retórica, rechazan el lenguaje de la cruz, al igual que lo rechazan los judíos que piden señales. Son los representantes de la sabiduría del mundo que se oponen al poder de la cruz. Más adelante, presenta la comunidad de Corinto, débil a los ojos del mundo pero fuerte por estar unida a Cristo.

En el texto que nos ocupa, ahora es Pablo el que se presenta débil ante los corintios, renunciando a la elocuencia y sabiduría que tanto gusta a los griegos. Sigue mencionando cuál es el núcleo de su predicación, insistiendo en que ésta no se basa en el lenguaje de la sabiduría humana y finalmente expone cuál debe ser el fundamento de la fe de los corintios.

El contenido de la predicación de Pablo es Jesús e insiste en Jesús crucificado. Cualquier presentación de Jesús que prescindiera de la muerte en cruz sería un falseamiento inaceptable del mensaje. Durante el tiempo en que Pablo perseguía a los seguidores de Jesús, la cruz fue para él una realidad incomprensible. Como podía ser que el Mesías de Israel muriera crucificado ?. Después de la experiencia de encuentro con Jesús (Gl, 1,11-16), Pablo se dará cuenta de lo que ahora proclama: la cruz es un poder que está por sobre la sabiduría humana y que tiene la capacidad de salvar y liberar.

Pablo se acerca a los corintios temeroso y tembloroso. Está marcado por las experiencias de persecución sufridas en diferentes lugares por donde ha pasado: en Antioquía de Pisidia unos judíos promovieron una persecución contra Pablo y Bernabé (Hch 13,50), en Iconio los quieren apedrear (Hch 14,5), en Listra lo quieren apedrear y lo dan por muerto (Hch 14,19), en Filipos, Pablo y Silas son azotados y encarcelados (Hch 16,40). Seguramente, no obstante, lo que le causa más temor y temblor es el desengaño que experimentó cuando su discurso en el Areópago de Atenas fue un fracaso (Hch 17,16-34).

Pablo distingue entre el lenguaje persuasivo de la sabiduría humana y el poder convincente del Espíritu. En Atenas Pablo utilizó el lenguaje que gustaba a los filósofos griegos, el de la sabiduría humana. Ahora teme que en Corinto pase lo mismo.

Detrás de la distinción entre los dos tipos de lenguaje lo que se cuece es la tensión entre apología y profecía. El lenguaje apologético es el que se basa en la argumentación y la defensa, el de la profecía en la experiencia del Espíritu. Los textos evangélicos también se hacen eco de esta tensión. Mateo dirá que ante sinagogas, tribunales, gobernantes y reyes no hay que preocuparse de lo que hay que decir, el Espíritu hablará mediante sus palabras (Mt 10,19-20) y, de modo similar, Lucas habla de no prepararse la defensa y de una elocuencia y sabiduría que los adversarios no podrán contradecir (Lc 21,14) y resulta contundente cuando dice: "el Espíritu Santo os dirá en ese momento lo que se necesite decir" (Lc 12,12). Los textos muestran una apuesta decidida en favor del lenguaje que proviene de la experiencia del Espíritu; el otro, el apologético, el de la argumentación lógica, el de las pruebas, el de la sabiduría humana queda relegado a segundo término. En Atenas Pablo utilizó el lenguaje que gustaba a los filósofos griegos, el de la sabiduría humana, el apologético. Ahora ante el miedo de que en Corinto pase lo mismo, aprenderá de los errores porque se ha dado cuenta de que lo que convence es el poder del Espíritu.

Domingo 5º durante el año. 9 de Febrero de 2020

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