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Domingo XXVIII del tiempo ordinario. Ciclo C.
Barcelona, 9 de octubre de 2016.

¿Qué encontramos en este episodio evangélico?
En el fondo, aquí tenemos de nuevo la parábola del buen samaritano.
El tema que plantea este evangelio no se refiere al agradecimiento sino a su contrario: la ingratitud.
Evidentemente, los 9 leprosos que no volvieron para agradecer a Jesús su curación y la impureza legal humillante fueron unos ingratos al 100%.
Mientras que llama fuertemente la atención que el único agradecido fuera precisamente el samaritano.

El problema que plantea este relato es mucho más serio.
El hecho de enviar Jesús los curados a los sacerdotes señalaba en la legislación judía la curación de la enfermedad y la purificación religiosa.
Pues bien: fueron precisamente los 9 judíos los que no volvieron a dar las gracias a Jesús, mientras que el samaritano -el único que no creía en la ley religiosa- éste fue el que volvió a Jesús para expresarle sus sentimientos humanos de natural gratitud.

La enseñanza de este episodio es muy clara: la religión fielmente observada endurece el corazón y deshumaniza las personas.
Los observantes religiosos judíos perdieron el sentido elemental de la gratitud.
En cambio, el samaritano -hombre sin religión- es quien hace lo humano, lo que es normal: el agradecimiento hacia quien le ha curado.
¿Qué ocurre en muchos ambientes religiosos?
Que sobran observancias y reglamentaciones y falta humanidad.
Sobra Derecho Canónico y faltan Derechos humanos.

¿Somos realmente humanos, nosotros?
¿Somos capaces de entender, comprender y aceptar a las personas tal como son y no como las quisiéramos?
?O bien, vamos por el mundo
con envidias
con orgullo
con vanidad
con resentimientos?

¿Sabemos perdonar?
¿Sabemos agradecer?

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