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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Estamos consumiendo los últimos días del año 2015. En ellos, se ponen las semillas de importantes relevos y cambios, que estará en nuestra mano convertir en oportunidades. La catedral de Barcelona aún conserva los cirios humeantes y el olor de incienso aún no ha desaparecido del relevo episcopal, celebrado en la festividad de San Esteban. El cardenal Lluís Martínez Sistach ha concluido por razones de edad su misión pastoral como arzobispo de la diócesis de Barcelona y Mons. Juan José Omella ha recogido el testigo. Momento de agradecimiento y de bienvenida. Todo cambio genera expectación. El próximo año, ya a las puertas, dará la oportunidad de conocer sus características y sus horizontes.

Hace pocos días, los comicios electorales han dibujado un mapa insólito. Esperanzas y temores frente a tareas y compromisos de gran alcance. Pactos o componendas. Un rompecabezas, un cubo de Rubik que exige habilidad de encaje y visión. La CUP sigue hoy su particular método asambleario que dará o no luz verde a la investidura. La estrategia está al servicio del objetivo. Quizás la independencia es menos relevante en ellos y ellas de lo que parece. Tienen otro objetivo más importante a todas luces.

Las tareas se acumulan en todos los niveles. La Iglesia tiene las suyas, inaplazables, que solo se pueden realizar a la luz del evangelio. En la sociedad son ingentes y de enorme calado. La convivencia social, la recuperación económica, el tema territorial, la violencia líquida, la superación de las desigualdades crecientes, la inmensa bolsa de la exclusión, el alud de los refugiados, el paro juvenil, la vivienda… La lista es interminable. ¿Cómo solucionar estos problemas? ¿Cómo afrontar estas tareas? ¿Cómo abrir resquicios a la esperanza?

Juan Pablo II realizó un buen diagnóstico: «Yo creo que el hombre sufre sobre todo por falta de“visión”. Si sufre por falta de visión entonces tiene que abrirse camino entre los signos.» Falta de visión. Este es el problema. Muchas cosas que han servido hasta ahora, ya no valen. Los escenarios son distintos. Si tenemos un esqueleto sin musculatura, solo servirá para exponerlo en un laboratorio o en un museo de biología. Hay que crear músculo. La regeneración democrática no puede reducirse a mejorar los servicios de gestoría. Poco se va a conseguir sin una conversión de fondo en el campo de la ética política; sin un auténtico diálogo, tal como apostó el papa Pablo VI en su encíclica Ecclesiam suam; sin supeditarse a las élites extractivas y centros de poder que boicotearán todo cambio al servicio de las personas y de los pueblos; sin mostrar un profundo respeto a las diferencias; sin dar prioridad a los intereses humanistas por encima de las ganancias económicas sin alma.

Cuando suenen las doce campanadas, podemos elevar una plegaria a Dios para que su gracia nos proporcione una visión inteligente, cordial y humana porque no habrá un cielo nuevo sin una tierra nueva

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