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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Andrea Bocelli y Cristiano Ronaldo son dos personajes famosos. El primero, en la música como tenor. El segundo, en el deporte como futbolista. Los dos triunfan en su especialidad. Los dos son conocidos internacionalmente. En la biografía de cada uno, no obstante, existe un momento clave que puede explicar la manera con que cada uno afronta su existencia.

Edi, la madre de Andrea, estando embarazada, ingresa en un hospital por apendicitis. Tras recibir el tratamiento adecuado, los médicos le aconsejan que aborte. El niño puede nacer con algún tipo de discapacidad. Ella, con apoyo de Sandro, su marido, decide que el niño nazca. Un glaucoma congénito le deja parcialmente ciego. A los doce años, tras recibir un golpe en la cabeza durante un partido de fútbol, queda totalmente ciego. Andrea reconoce que «sin aquel gesto de coraje y de fe hoy no estaría aquí para explicarlo».

Maria Dolores, la madre de Cristiano, embarazada, acude a un médico para abortar para evitar dificultades económicas y familiares. El médico le responde taxativo: «¡De ninguna manera! Usted tiene solo treinta años y ninguna razón física por la cual no pueda tener este bebé. ¡Ya verá como es la alegría de la casa!» Ella persiste en su objetivo y, por indicaciones de una vecina, aplica una receta ridícula. Fracasa en su intento y no consigue abortar. Tras este hecho, se dice a sí misma: «Si la voluntad de Dios es que este niño nazca, que así sea.»

Andrea Bocelli regala el don de su voz a sus audiencias. Tiene confianza básica en la vida y en Dios. Se ha sabido siempre amado pese a tener alguna discapacidad. Ha experimentado el amor de sus padres contra viento y marea. No ha tenido que acumular méritos para justificar su existencia y ser acogido con cariño. Encantador, sencillo, humilde. Da apoyo a las madres que han experimentado dificultades como la suya: «Espero que con el mismo valor que mi madre, muchas madres que se encuentran en momentos de vida complicados también decidan salvar la vida de sus hijos.» En la oscuridad de sus ojos, brilla la luz de su corazón.

Cristiano Ronaldo ha interiorizado su mensaje existencial: «Si no me ven, me muero.» Necesita llamar la atención. Tiene que ganar por méritos propios la falta de amor y de aceptación que sufrió al inicio. Dos intentos de aborto. Sustituye erróneamente el amor por la admiración. Trofeos, títulos…, sobre todo a título individual, como justificantes. Se muestra egolátrico y vanidoso. El grito del triunfo esconde el gemido de un niño desamparado, solo ante el peligro. Muchos amores por no tener ninguno. Si comprendiera el porqué de todo esto permitiría vivir a su niño interior, que es tierno y necesitado.

El primer capítulo del guion de nuestra vida se escribe en el útero materno donde confluyen, además de los elementos biológicos, el amor y la fe de la madre y de la familia. La confianza básica en la vida se consolida en la urdimbre de la primera experiencia amorosa.

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