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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

El papa Francisco, con motivo del Sínodo de Obispos sobre «Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización», afirmó: «Que nadie diga: “Esto no se puede decir; pensarán de mí así o así...” Hay que decir todo lo que se siente con parresía.» Parresia es un término griego que significa coraje, valentía, audacia. En el número 259 de la exhortación apostólica Evangelii gaudium, escribió: «El Espíritu Santo infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente.» El Papa muestra en su vida lo que pide a los demás. La encíclica Laudato Si, en el momento de escribir este artículo, está recorriendo los últimos tramos antes de su publicación. Esta expresión de san Francisco de Asís que abre el Cántico de las criaturas pone título a la encíclica, que aborda la ecología desde la reflexión, el compromiso evangélico y la ética solidaria.

Tema actual, controvertido, espinoso, que aglutina intereses de todo tipo. El enriquecimiento rápido e insolidario de grandes núcleos de la generación actual puede poner en riesgo el futuro y construir un mundo inviable para las próximas generaciones. Están en juego el cambio climático, el medio ambiente y la vida humana. El prior de Poblet, el P. Lluc Torcal, ha impulsado, de acuerdo con la comunidad cisterciense, medidas importantes para convertir el monasterio en un centro sostenible. Se ha producido un auténtico ahorro de agua. Decía el prior que los monjes de hoy tienen que usar los recursos de manera que en el futuro puedan vivir sin problemas en ese mismo lugar nuevas generaciones de monjes. Su profesión de estabilidad los liga a un territorio concreto. Su actitud se evidencia como responsable y solidaria. Este mismo planteamiento se puede extender a todo el planeta azul.

Las reacciones a la encíclica no se harán esperar. A tenor de lo vivido hasta ahora, es presumible avanzar algunas respuestas. Grandes emporios económicos se sentirán molestos por apreciaciones que puedan surgir del texto de la encíclica, ya que la defensa de la ecología supeditará el lucro económico sin freno al bien de las personas y de los pueblos. Consideraciones morales nada agradables. La batalla no irá por ese camino, sino que se atacarán «científicamente» sus argumentos para desprestigiarlo. El Papa no elabora un libro de ciencia, sin dejar de tenerla en cuenta. Busca proteger la vida de las personas e impulsar el respeto a la naturaleza. Por otra parte, grupos ecologistas piensan que este tema es de su incumbencia exclusiva y pueden considerar al Papa como un intruso. Apoyarán algunos puntos que les interesan. Pondrán en sordina otros que acaso no vayan en línea con su visión del problema, más proclive al enfrentamiento que al diálogo. Sea como sea, el Papa ha sido valiente al reflexionar sobre una situación tan urgente como importante, aunque a la vez sea vidriosa y compleja.

Todos recordamos aquella famosa frase: «Dios perdona siempre. Los hombres, a veces. La naturaleza, nunca.»

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