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La Ascensión del Señor. Ciclo B
Barcelona, ​​17 de mayo de 2015

Hacia el año 9 antes de Cristo, los pueblos griegos de la provincia romana de Asia tomaron la determinación de cambiar el calendario.
En adelante, la historia de la humanidad no se contaría a partir de la fundación de Roma como hasta entonces sino a partir del nacimiento del emperador Augusto.
La razón para ello era de peso.
Porque había sido Buena Noticia para todos ya que había llevado la paz introduciendo en el mundo un orden nuevo.
Augusto era el gran benefactor y salvador.

Los cristianos empezaron a proclamar un mensaje muy diferente:
"La Buena Noticia no es Augusto sino Jesús."
Por eso el evangelista Marcos tituló así su evangelio: "Buena Nueva de Jesucristo, Hijo de Dios."
Y por eso, en su Evangelio, el mandamiento final del Resucitado es este: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva".

Buena Noticia es una realidad que, en medio de tantas malas experiencias, lleva a la vida de la gente una esperanza nueva y regeneradora.
Las buenas noticias
–aportan luz
–desvelan la alegría
–dan un nuevo sentido a todo y a todos
–animan a vivir de una manera más abierta y más fraterna.

Todo esto y más es Jesús.
Pero... ¿cómo proclamarlo hoy como Buena Noticia?

Podemos explicar doctrinas sublimes sobre Jesús: En Él está la salvación de la humanidad, la redención del mundo, la liberación definitiva de nuestra esclavitud, la divinización del ser humano.
Todo esto es cierto.
Ahora bien: no es suficiente.

Porque no es lo mismo exponer verdades sobre qué contenido es teóricamente bueno para el mundo, que hacer que la gente pueda experimentar a Jesús como una realidad nueva y buena en su propia vida.
No es difícil de entender porque la gente sentía a Jesús como Buena Noticia. Porque todo lo que Él decía y hacía los hacía bien.

Concretamente:
les sacaba el miedo a Dios
–les hacía sentir su misericordia
–los ayudaba a vivir comprendidos y perdonados.

Toda su manera de ser y de hacer eran realidades buenas para todos
–era compasivo y cercano
–acogía los más olvidados
–abarcaba los más pequeños
–bendecía y curaba a los enfermos
–se fijaba y atendía a los desengañados/desesperanzados

Toda su actuación introducía en la vida de las personas realidades buenas:
–la salud
–el perdón
–la verdad
–la fuerza interior
–la esperanza

En resumen: ¡era una gran suerte encontrarse con Él!

¿Qué introducimos nosotros en la vida de nuestro prójimo?
¿Piensa que es una gran suerte encontrarse con nosotros como lo era encontrarse con Jesús?
¿La luz y la luz de nuestro corazón se traduce en la sonrisa franca, amable y abierta a todos, aunque no se la merezcan pero la necesiten?
¿Qué quieres irradiar con cara de pocos amigos?
Y, ¿a quién?

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