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Por Jordi Llisterri i Boix .

Ya me perdonarán que modere el balance de los nombramientos de este jueves de Carlos Osoro como nuevo arzobispo de Madrid y del cardenal Antonio Cañizares como sustituto de este en el arzobispado de Valencia y su relevo como prefecto de la Congregación para el Culto. Moderado para los que ven un cambio histórico en Madrid, o un desastre en Valencia. En parte, porque un nombramiento modera el otro. Ni se van del todo los que hasta ahora cortaban el bacalao en la Iglesia española, ni terminan de llegar los que pueden hacer un cambio en profundidad.

Ciertamente hay un cambio de tono. Lo que expresa Osoro en Madrid. Osoro no es Rouco. Y actualmente Osoro forma el nuevo tándem con Ricardo Blázquez en la presidencia de la Conferencia Episcopal, elegida por sus compañeros obispos escuchando lo que pide la nueva etapa que marca el Papa Francisco. Con el carácter que ya han demostrado, abren sobretodo una etapa más colegial. En la que se puedan escuchar más voces y menos órdenes. Pero con 69 años los dos nuevos arzobispos y 71 años Blázquez, no anuncian todavía un ciclo de largo recorrido. Es el cambio que ahora era posible. Todo se verá si se va forjando una nueva generación episcopal que pueda consolidar un cambio durante su mandato. En definitiva, si consiguen subir el nivel.

Sobre Cañizares, sencillamente vuelve a su tierra. Algo tenía que hacerse con él. Sin establecer comparaciones, recordar lo que pasó en 1983 en Tarragona. Torrella estaba en Roma con una prometedora carrera eclesiástica montiniana. Pero cambiaron los aires en la curia vaticana y todo terminó volviendo a Tarragona para suceder a Pont i Gol. En ese caso, tuvimos suerte.

Pero lo que me ha llamado más la atención en este cambio de rumbo ha sido la ortodoxia del papa Francisco. No ha hecho experimentos, ni ningún invento del TBO. Ha seguido estrictamente los cánones habituales en estas movidas episcopales: prorrogar más de dos años el cardenal titular, y buscar el relevo entre los que les corresponde por carrera eclesiástica. Un arzobispo de una ciudad española para la capital y una sede históricamente cardenalicia para jubilar un prefecto.

Si el criterio es el mismo, esto puede aclarar que se puede esperar en el relevo de Barcelona. Martínez Sistach presentó la renuncia establecida nueve meses después de que Rouco. Así, siguiendo los cánones, tocaría para primavera o estirando un poco más antes del próximo verano. Y tocaría que saliera de algunos de los obispos que peregrinan hoy por Cataluña. Y entre ellos, por edad y trayectoria, no veo más que cuatro: los arzobispos Pujol de Tarragona y Vives de Urgell, el obispo Sáiz de Terrassa, y el auxiliar Taltavull. Algunos de los que ya empezaban a quedar un poco fuera por edad ahora vuelven a ganar puntos si no se busca un pontificado eterno. Y si lo que se busca es un cambio de tono no hay ninguna duda que el candidato es el que ustedes están pensando.

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