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Domingo 6º de Pascua. Ciclo A
Barcelona, ​​25 de mayo de 2014

Todos tenemos la dolorosa experiencia de haber perdido seres queridos y muy queridos.
Y aunque hagamos de tripas corazón, la verdad es que nos hace mucho daño y que nos cuesta muchísimo aceptarlo, y aún más asumirlo.
Nos sentimos muy huérfanos.

Pero los cristianos nunca nos hemos sentido huérfanos. El vacío dejado por la muerte de Jesús ha sido llenado por la Presencia viva del Espíritu del Resucitado.
Este Espíritu llena la vida del creyente.
Cuando vive esta experiencia del Espíritu, el creyente descubre que ser cristiano no es un peso que oprime y atormenta la conciencia.

Ser cristiano es dejarse guiar por el amor creador del Espíritu que vive en nosotros y que nos hace vivir con una espontaneidad que nace no de nuestro egoísmo sino del amor.
La verdad de Dios genera en nosotros un estilo de vida nuevo enfrentado al estilo de vida que surge de la mentira y del egoísmo.

Vivimos en una sociedad en donde:
– a la mentira se la califica de diplomacia
– a la explotación se la tiene por negocio
– a la irresponsabilidad se la tiene por tolerancia
– a la injusticia la califican de orden establecido
– a la sensualidad se la tiene por amor
– a la arbitrariedad por libertad
– a la falta de respeto por sinceridad.

Se ha dicho que el cristiano es un soldado totalmente sometido a la ley cristiana.
Es más exacto decir que, el cristiano, es un artista que bajo el impulso creador y alegre del Espíritu de Dios aprende a vivir
– con Dios
– por Dios
– y al servicio de los hermanos.

¿Es este nuestro caso?

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