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Por Ramon Bassas .

A mí también me pasa. Tenía ganas de oír y ver un Papa así en lugar de complicarme la vida intentando descifrar las intenciones y poniendo todo el esfuerzo en cada resquicio de luz de su antecesor. Pensaba que como lo haría, Benedicto XVI, para conjugar su alta apuesta intelectual por el sentido y por situar a la persona y su integridad en el centro del mundo, el gran reto de este mundo, con diálogo seinciertas con las filosofías de la sospecha y rodeado de obispos obsesionados con el sexo, su decidida intención de limpiar colgada por la (disculpen) mierda que lo hacía prometeicament inútil; el interés en recoger y representar una tradición genuina (el latín o las zapatitos eran las anécdotas) que pesa, aún más sobre un hombro envejecida, en imponer serenidad en un nido de víboras,o de cuervos, que-como en toda novela policíaca mala-cargan el muerto al mayordomo. Como lo haría?, Pensaba. Seguramente él tampoco lo sabía y por eso, también recogiéndolo de la tradición, plegó. "No tengo fuerzas". Chapeau.

Su sucesor como una moto. Hábil gestor de las dotes de comunicación y de los gestos, no ha dejado de hacer ninguna desde el primer día. Conse reformas lo encontramos más prudente y dice ahora, en la famosa entrevista de civilidad catollica, que es porque lo tiene que consultar. Los gestos y las palabras del Papa Francisco tienen una consecuencia inmediata que, de momento, no decae, al contrario: complace ampliamente la opinión pública y, sobre todo, los secrs progresistas de la Iglesia, entre los que más o menos me identifico. La prioridad por los pobres, el respeto a los individuos a pesar de la aparente pecado, una caña increíble a los clérigos, la prevalencia del testigo ante la doctrina, la insinuación de revisión de algunas cuestiones que claman al cielo al seno de la Iglesia (los teólogos apartados, las mujeres, los divorciats, los gays) y alguna otra cosa han despertado la euforia del mundo. Yo, ya digo, ahora respiro más tranquilo y también tengo una cierta sensación de liberación. De "ya era hora". De descansar un poco, de hacer fiesta.

Ah, y también disfruto pensando en la cara que debe hacer ahora mismo Rouco Varela.

Dos gotitas de agua al vino

Ahora bien, cuando hay tanta unanimidad siempre sospecho un poco. Me pasa como con la independencia. Aunque tengo reticencias (creo que es bueno respirar, que está bien reconocer lo que se hace bien y no puedo soportar los rabadanes que no permiten alegrías), hay un par de cosas de esta gran expectativa que me gustaría señalar porque notengamos la gran decepción demasiado temprano, sin poner más que dos gotitas de agua al vino, como Nuestro Señor. Al contrario que con el presidente Montilla, buen senequista, el hombre de los hechos sin palabras, Francisco-de momento-es el hombre de las palabras sin hechos, como el tópico porteño marca. Sin hechos sustanciales, quiero decir. ¿Debemos adivinar, por ejemplo, que detrás de las palabras del puente & yacute; Fex hay un programa? ¿El empieza algún día? ¿Con quién cuenta? ¿Cómo se las arreglará para vencer las resistencias?

La segunda gotita de agua del aportaba hoy gráficamente Gregorio Luri en su blog , donde tildaba Bergoglio de ser "el ZP de la Iglesia" porque, "Va de guays" y parece que quiera apartar todo lo que molesta. "Pero el mayor regalo de los dioses no PENSIONES se encuentra en lo que callan, sino en lo que prohiben. 7 de los diez mandamientos de la iglesia católica comienzan con un" no "", dice Luri. "Los otros son: Amarás a Dios sobre Todas las cosas, Santificarás las fiestas y Honrarás a tu padre ya tu madre". Y añade "All & aacuté; Donde hay una moral, sea la que sea, se encuenta estos tres Elementos: fe (Amarás a tú moral miedo encimeras de Cualquier otra), obediencia (cumplio los preceptoria de esta moral) y prohibiciones (no hare ...). A mí me da la sensación de que el papa Francisco quisiera barrer todos los nos de la moral cristiana, guardarlos bajo la alfombra de San Pedro, y permitirse que se manifestara de manera espontánea una moral del sí ".

Pero vuelvo atrás. Francisco es un bien de Dios, apunta bien y se esforzará en hacer una Iglesia mejor. Yo lo creo así. No sólo una Iglesia que cae mejor. Por ello, para que el mundo líquido no acabe aguando la fiesta, me temo que no tendremos que descansar, que no tendremos que dar todo por hecho y que no se valdrá distraerse en la fuerte exigencia, esfuerzos y dudas que supone, muchas veces, seguir el camino de plenitud y de alegría que propone Jesucristo. "Quizás tienen razón los días laborables", decía Gil de Biedma.

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