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Por La puntada .

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(Salvador Clarós) Se ha argumentado, en defensa del proyecto Eurovegas y de su versión light Barcelona World, que estas inversiones crean riqueza y puestos de trabajo y que no debemos ser quisquillosos porque toda inversión es bienvenida en tiempos de crisis. Lo han dicho altos dirigentes del Estado en Madrid y también en Cataluña -en esto han coincidido nacionalistas españoles y catalanes- y es muy preocupante porque revela una gran ignorancia o intención de confundir.

La economía de casino, por llamar de alguna forma las inversiones especulativas, emerge cuando hay un cambio de paradigma productivo -la crisis actual- que hace que el capital busque refugio en la realización de negocios inmediatistas a la espera de que crezca la confianza en nuevas empresas tecnológicas, consolidando el nuevo modelo productivo. Por decirlo de forma más clara, el señores Sands y Bañuelos, poseedores de dos grandes fortunas, invierten en casinos y parques temáticos porque no ven todavía como valores seguros las acciones de empresas transnacionales de la automoción que no producen todavía masivamente modelos eléctricos en vez del convencional coche de combustión interna. Ni ven del todo claro cómo las renovables pueden ya sustituir las nucleares, porque los gobiernos no se lo acaban de creer. Ni tampoco creen lo suficiente en las modernas biofactorías y biorefinerías para la producción de materiales, de fármacos, etc. Los capitalistas son muy cobardes, y a menudo muy ignorantes. Y algunos gobernantes como los nuestros, aún más.

No debe sorprender que capitales especulativos busquen invertir en lugares de oportunidad en momentos de crisis. Lo que nos debería sorprender, si no fuera porque ya los conocemos, es que estos gobernantes en Madrid y también en Barcelona, ​​con el apoyo de entidades como La Caixa, se disputen estas inversiones abrazando la palanca de la economía terciaria, el turismo, el juego, la diversión y el dinero fácil con la excusa que sirve de reclamo de capitales extranjeros en vez de volcarse en los programas de cambio de modelo productivo con inversiones públicas y privadas en la empresa productiva. Estamos todavía pagando las consecuencias de haber generado una burbuja inmobiliaria, y ya empezamos a pensar en alimentar otra: la turistico-recreativa.

Estamos asistiendo a un gran desorden. Mientras todos los indicios racionales aconsejan invertir en la economía productiva, la Generalitat presenta Barcelona World como la mayor expectativa inversora. Ante la falta de política industrial, en España y en Cataluña todavía se quiere hacer creer que los casinos y el turismo nos permitirán salir a flote. Algo no encaja. Hay alguna verdad inconfesable que se puede adivinar si hacemos memoria. Los proyectos como Eurovegas y similares sirven sobre todo para financiar partidos políticos y para llenar los bolsillos de políticos corruptos. Fijémonos en el caso de Diagonal Mar:

Diagonal Mar, un mal precedente

La aventura de los casinos y los parques de entretenimiento tiene alguna semejanza con el complejo urbanístico Diagonal Mar proyectado, cerca de la desembocadura del Besòs después de los Juegos Olímpicos del 92, cuando la ciudad se encontraba ahogada por la fuerte hipoteca económica de los Juegos y el país atravesaba una depresión económica que tocaría fondo el año 93. El inversor también era americano, la Corporación financiera Kemper Co. de Chicago, a través de su inmobiliaria Kepro. El socio local necesario instrumentó la sociedad Diagonal Mar, detrás de la cual estaba la reconversión de Macosa, una empresa industrial en crisis y cargada de deudas, en una promotora inmobiliaria. Los activos industriales de Macosa se transfirieron al consorcio GEC-Alsthom y el solar que ocupaba la antigua fábrica se convertiría en una urbanización de lujo. Los ex directivos de Macosa, Eduardo Santos y Federico Albinyana, al frente de la operación, fueron acusados ​​y condenados por apropiación indebida de unos 1.000 millones de pesetas por la venta de los solares de Macosa. El juez instructor de ese caso, Lluís Pascual Estivill, junto con el abogado Juan Piqué Vidal, urdieron una trama para extorsionar presuntos delincuentes a quienes ahorrarían la cárcel a cambio de dinero, hechos por los que acabarían también en la cárcel.

El hispanotejano, presidente de la promotora Kepro, que se hacía llamar John Rosillo, se encargó en 1990 de la compra de los terrenos de la antigua Macosa donde se edificaría el gran complejo de DM. En 2002, el Tribunal Supremo condenó Rosillo a más de cinco años de prisión y a una multa de 3.500 millones de pesetas por tres delitos fiscales relacionados con esa compra de terrenos. Aquel rico empresario hacía negocios con el visto bueno de la Generalitat y del Ayuntamiento. Al ser condenado por el fraude de Diagonal Mar, denunció al inspector de Hacienda Álvaro Pernas, que intentó extorsionarle pidiéndole 50 millones de pesetas para silenciar lo que había descubierto durante la inspección fiscal de la firma Kepro, promotora de DM. Al ex inspector Álvaro Pernas le cayeron 10 años de cárcel, que no cumplió porque huyó a Cuba. Y en la Delegación de Hacienda de Barcelona se destapó una trama corrupta que demostraba lo que ya todo el mundo sospechaba: tratos de favor fiscal al sector inmobiliario catalán en las personas de Josep Lluís Núñez (ex presidente del Barça) y Baltasar Aznar de la inmobiliaria Metro 3. Las fechorías alrededor de Diagonal Mar superaban con mucho la imaginación más perturbada: John Rosillo, que murió finalmente en 2007 en Panamá, huido de la justicia española y con una orden de búsqueda y captura internacional, interpuso, junto a sus socios los hermanos Saenger, una sociedad pantalla Profimar para comprar los solares de Macosa donde tenían pensado edificar DM. Colocaron a la cabeza una persona con disminución mental al que intentaron matar tras la operación. Rosillo aún fue acusado y condenado ya entrado el nuevo siglo por un homicidio involuntario al atropellar a una persona mientras conducía en estado de embriaguez su flamante Bentley.

Pero las cosas no tardaron mucho tiempo en torcerse porque la promotora Kepro, a pesar de tener los permisos gubernamentales, no disponía de todo el capital y necesitaba créditos. Kepro hizo suspensión de pagos en 1995. Entonces llegó otro inversor, la inmobiliaria tejana Hines. Ante el temor de que aquel proyecto quedara "colgado", el Ayuntamiento claudicó nuevamente redefiniendo a gusto del nuevo promotor que quería más pisos y menos oficinas. Se rehizo el proyecto dando entrada a la inmobiliaria Habitat. Los intereses especulativos de propietarios, compradores, intermediarios, etcétera, dominaron por encima del interés público, y Diagonal Mar, tal como venían advirtiendo entonces los "críticos", se convirtió en un nefasto gueto, muestra del peor urbanismo desde la época de la dictadura. La propuesta de los inversores tejanos salió adelante con el visto bueno de un Ayuntamiento arrodillado que recalificó los terrenos, una parte de los cuales era propiedad del Holding Olímpico, por tanto públicos, no reclamó al promotor ni un solo piso de protección oficial, a pesar de la gravísima falta de vivienda asequible en la ciudad, y permitió construir pisos de lujo en el interior de un parque público. ¡Todo facilidades!

Aventuras como Diagonal Mar, Las Vegas Sands o Barcelona World no tienen nada que ver con la creación de puestos de trabajo ni con ningúna recuperación económica sino más bien, como acaban demostrando los hechos al cabo del tiempo, se trata de operaciones de blanqueo de dinero, de financiación de partidos políticos y de corrupción. Desgraciadamente, en vez de invertir y poner facilidades para impulsar las empresas industriales propias y crear economía productiva, se suelen aprovechar momentos de desfallecimiento y desconcierto para realizar negocios especulativos de corto plazo que terminan dejando las cosas aún peor. Un precio que acabaremos pagando entre todos.

Salvador Clarós es sindicalista

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