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Escribo hoy, como un imperativo de definición personal en esta hora tan delicada que nos toca vivir como País. Escribo preocupada y desencantada por la orientación que han pretendido dar algunos a la Campaña Política. Escribo con la esperanza de que encontremos una solución en la que todos podamos trabajar por Cataluña con honestidad, esfuerzo, sacrificio y compromiso. Con seriedad.

Y, no puedo menos que manifestar mi tristeza al ver cómo hemos estado siendo engañados, por gente que parecía mantener las formas –por conveniencia- pero que ahora viéndose perdidos y descubiertos, van a la desesperada para ver si pescan algún voto o mejor dicho, para llamar la atención al precio que sea.

A falta de propuestas serias, han apelado al voto orgásmico, y han caído en la bajeza de seguir distrayendo la atención con mensajes de sugestiva pornografía barata. Me pregunto si hemos perdido el norte o si se piensan que los ciudadanos son todos unos imbéciles, y no entiendo la fiebre por despojarse de la ropa sugiriendo transparencia, libertad, progresía… pero consiguiendo despertar repugnancia y un poco más de animadversión para todo aquello que representan. Y que para hacerme callar, no me tilden de puritana. La cosa es mucho más grave y profunda.

Albert Rivera, con un grupo de nudistas… El mensaje es repe y no convence. Alicia en el País de las maravillas haciendo de francotiradora cabalgando en una gaviota que la convierte en asesina de ilegales e independentistas… y después se presentan como abanderados de la vida y luchadores contra el aborto… Han perdido el norte. Montserrat Nebrera, sugiere una relación sexual y la corona llendo de puritana y de sensata. Y para postre, la guinda de los jóvenes socialistas catalanes…

Mientras tanto Cataluña está sumida en una crisis en la que no vemos salida, y sin pudor los cerebros hormonales de Campaña, siguen haciendo promesas pensando que todavía algún idiota les va a creer o se van a comer sus mentiras y despropósitos entrando en la prostitución de sus contiendas y en los burdeles de sus paranoias.

Creo que hemos llegado al límite. Y digo con pena que Montilla me ha desilusionado. Intentó mantener el seny y la cordura, y hablando poco nos hizo creer que era un hombre sensato que sabía contener a los rebeldes y ser prudente para dar pasos seguros hacia delante. Con un gobierno endeudado, con promesas incumplidas, con hospitales inacabados, con medidas populistas a cada paso, y con una sonrisa congelada, ha entrado en dinámica de la orgía del poder, para arrancar miserias a los indecisos.

Llega tarde. El final de fiesta es patético. El ambiente desolado. Las botellas están todas vacías, y ahora toca aguantar la resaca para poder, algún día, volver a celebrar con serenidad que Cataluña sabe ponerse en pie y renacer de las cenizas.

Creo que es la hora del cambio. Conocí a Artur Mas hace unos meses y me convenció. Me convenció su humildad y su realismo; sus valores y su fe, su compromiso y su insobornable voluntad de trabajar por Cataluña.

Algunos dirán que no puedo hacer política. Hoy digo que voy a ir a votar y digo a quién votaré, porque no hacerlo me parecería una grave omisión.

No votaré, como dicen algunos, “al menos malo”, ni lo haré porque “así podré luego opinar”, votaré a Artur Mas porque es el mejor, porque es bueno y porque creo que sin populismos y con respeto a todos, tiene un proyecto, que pasa por la austeridad, y que nos ayudará a salir adelante después de estos años de ruina económica que nos están llevando a una ruina moral y a una falta de respeto a las personas que hace peligrar la convivencia y la paz.

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