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En la primera lectura de este tercer domingo de Adviento leeremos un fragmento (Is 35,1-6a) de la primera parte del (cc.1-39) del libro de Isaías. Es difícil precisar históricamente a qué colectivo corresponden estos hombres y mujeres de manos cansadas y rodillas vacilantes de los que nos habla el texto, porque no está clara la autoría de los capítulos 34 y 35 que parece han sido introducidos en la primera parte del libro de Isaías. Quiénes son estos hombres y mujeres? Exiliados que provienen de Asiria? O de Babilonia? La cuestión queda abierta, por ello, una opción es llamarlos "los rescatados del Señor" porque, al fin y al cabo, lo que importa de verdad es que el Señor es quien los ha salvado y liberado.

A fin de saborear y entender este luminoso pasaje, es bueno leerlo fijando la atención en buena parte del capítulo anterior (34,5-17) donde se describen las desgracias que caerán sobre Edom: el agua se convertirá en alquitrán , el país será un desierto y nunca más lo pisará nadie, ortigas y cardos llenarán las fortalezas y animales repulsivos pasearán por donde quieran. Con esta descripción queda reforzada la imagen del desierto convertido en un terreno florido, rebosante de vegetación, regado con agua abundante, donde da gozo de vivir y caminar, todo al revés de cómo quedará la tierra de Edom. Los profetas no son demasiado propensos a vaticinar alegrías, es poco frecuente, por eso la imagen impacta. El desierto pone las cosas difíciles para que se pueda vivir en él; la escasez de agua dificulta la vegetación, encontrarla es como un desafío que puede llegar a provocar la muerte. Por ello produce impacto que de repente el desierto se convierta en una ruta placentera por donde caminan los rescatados del Señor. Maravilla que un lugar de muerte se haya convertido en el escenario ideal donde se pueda vivir.

El texto presenta una estructura en la que los versículos 1 y 2 están relacionados paralelamente con la segunda parte del 6 y el 7; estos versículos son los que describen la transformación de la creación. El versículo 3 se relaciona con el 5 y la primera parte del sexto y detallan la transformación y regeneración de la humanidad incapacitada. En el centro de esta estructura queda el versículo 4 donde se afirma la inminente intervención de Dios. Es el mensaje central de todo el texto. La intervención de Dios tiene una doble vertiente: por una parte Dios rendirá cuentas con las naciones enemigas que han perjudicado a Israel, porque Dios no puede soportar las injusticias y opresiones cometidas contra su pueblo amado. La venganza de Dios no es anárquica ni caprichosa porque es el amor hacia Israel el que le obliga a intervenir. Ante la injusticia de los opresores, aparece la justicia de Dios que devuelve el derecho y la dignidad a los pobres. Por otra parte, en positivo, se producirá la salvación, la liberación, la restauración del pueblo.

El Dios que interviene es "su Dios". Todos los pueblos tenían sus dioses. Israel tuvo que soportar la tentación de rendir culto a los dioses de los pueblos vecinos o de las naciones que lo deportaron. "Su Dios" recuerda que el Señor es el Dios de Israel. Lo es no porque Israel lo haya escogido entre muchas divinidades posibles, sino porque es él el Señor quien ha escogido Israel como su posesión. Por eso dirá el libro del Deuteronomio (7,6): "El Señor tu Dios te ha escogido de entre todos los pueblos de la tierra para que seas su heredad preferida". Por eso el Señor protege a Israel, liberándolo de los opresores y creando unas condiciones de vida inimaginables para hacerlo feliz.

Domingo 3º de Adviento. 11 de Diciembre de 2016

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