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Por Lluís Serra Llansana .
En Gerasa

Por segundo año consecutivo, el programa oficial de las fiestas de la Merced excluye la misa de la fiesta mayor. La conducta reiterativa de las autoridades que han tomado esta decisión no implica que tengan razón ni tampoco que los demás tengamos que asentir y acostumbrarnos. Resulta sorprendente que en las páginas iniciales del programa se dé la bienvenida a la fiesta grande de la tradición, que quiere reflejarse en centenares de actos programados. No obstante, la celebración más tradicional, la misa de fiesta mayor, queda suprimida en esta relación. La misa tendrá igualmente lugar en la basílica de la Merced, pero ni siquiera se le conceden dos líneas en la publicación de 120 páginas que desarrollan los festejos de 2016. Al margen de las convicciones religiosas de cada persona, llama la atención la incoherencia de celebrar por todo alto la fiesta mayor de la ciudad, cuya patrona es la Virgen de la Merced, olvidando todo vestigio y referencia a quien le da nombre y sentido.

Resulta llamativo que quien ha luchado para combatir los desahucios se convierta en ejecutora en desahuciar símbolos que tienen vigor social y contenido audaz. La Merced aglutina significados de gran calado. La existencia de los mercedarios, profundamente comprometidos a favor de los excluidos, de los presos, de la gente que sufre, tiene en la Merced su origen y su impulso. Ellos han extendido por diversas partes del mundo este nombre que, de un modo u otro, queda vinculado a Barcelona. Hoy como ayer, muchas personas se han entregado y siguen entregándose cada día a atender a los pobres y marginados de la ciudad, a quienes están explotados por el sistema, a quienes malviven en los márgenes… Personas e instituciones que ven en la Merced una invitación y un impulso a trabajar a favor de los más necesitados. Esta exclusión del gobierno municipal es un bofetón y una falta de respeto. Una vez más se trata del imperio de la ideología sobre las personas.

Un gobierno municipal que tuviera mayoría absoluta no debiera obviar estas reflexiones y esta sensibilidad, aun cuando sus aspiraciones fueran arrinconar los valores religiosos. Más aún, en el caso actual, que quienes gobiernan han obtenido una victoria electoral pírrica, pese a verse sustancialmente beneficiados por la operación de acoso y derribo del anterior alcalde llevada a cabo por las cloacas del Estado con difamaciones y mentiras. Las últimas revelaciones de presuntos pagos a un confidente muestran un escándalo de gigantescas proporciones desde la óptica democrática. Quienes utilizaron este material, sabiendo que era falso, acaso podrían realizar un acto de contrición y reconocer que les fue útil para obtener o afianzar su victoria.

La argumentación es fundamentalmente democrática, respetuosa con la diversidad. Como creyentes, esta exclusión refleja más la animadversión de sus autores que preocupa a sus destinatarios.

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