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La mayor parte del capítulo 21 del evangelio de Lucas (vv. 5-36) contiene un monólogo de Jesús que trata de los últimos tiempos. El texto del evangelio de hoy (Lc 21,25-28.34-36) recoge la parte final de este discurso, aunque la lectura litúrgica omite los versículos que hablan de la imagen de la higuera, el advenimiento del reino y el inexorable cumplimiento de las palabras de Jesús.

Lucas distingue en este tramo de texto dos colectivos. Uno es el sujeto de la frase: "Verán al Hijo del Hombre". Sujeto indeterminado, pero fácilmente identificable con las naciones (v.25) y la gente (v.26). Ante el estruendo cósmico, el comportamiento de las naciones será vivir con angustia y alarma y el de la gente, desfallecer de miedo y ansiedad. El otro colectivo es el "vosotros", las comunidades cristianas, todos los que se han adherido a la causa de Jesús. Para estos será el momento de enderezarse, levantar la cabeza y estar contentos porque la liberación definitiva se acerca. Las cosas anunciadas en el vv. 25-26 son las mismas, tanto para la humanidad que servirán para llenarla de angustia, como por los seguidores de Jesús, que serán el anuncio de la inminente liberación.

Las palabras de Jesús están muy determinadas por la pregunta que aparece al inicio del discurso: ¿Cuándo pasará esto y cuál será la señal de que todo esto está a punto de suceder? (v.7). A la pregunta surgida de la preocupación por el futuro, Jesús responde con una enseñanza sobre la conducta que, en el presente, debe presidir las comunidades cristianas, que están a la espera de su liberación. No se pretende otra cosa que definir un estilo de vida que dirige la mirada hacia el momento decisivo de la venida del Hijo del Hombre y la instauración definitiva del Reino de Dios

Lucas construye el texto con tres imperativos que tienen mucha fuerza: estad alerta, velad y orad. El estado de alerta se puede perder por el exceso de la comida o la bebida. Los términos griegos empleados para aludir a este exceso: "barêthôsin" y "kraipalê" tienen un tono que insiste en la pérdida de las capacidades que permiten discernir las señales y signos que deben advertir de la proximidad del advenimiento del Hijo del Hombre. En el Antiguo Testamento, el libro del Eclesiástico ya advertía: "No pongas el gozo en el hecho de llevar una gran vida, no sea que en salieras mal parado" (Sir 37,29). Lucas, en la parábola del hombre rico que construye unos graneros inmensos y se dice: "reposa, come, bebe y diviértete", ya indicó que la buena vida es una insensatez que deja desprevenido ante la llegada del tiempo decisivo (12,19). Otro pasaje de su Evangelio complementa este consejo: "No andéis buscando, pues, qué comer y qué beber y no estéis inquietos" (12,29).

La oración debe complementar la actitud de estar alerta. Jesús ora en los momentos decisivos de su vida: en el bautismo (3,21); antes de la llamada de los doce (6,12); en la transfiguración (9,29); antes del padrenuestro (11,1); en Getsemaní (22,44) y lo hace en medio de su actividad, buscando momentos de soledad y silencio (5,16). Si Jesús ora, la oración, en contrapartida, se convierte en un deber ineludible de sus seguidores y de las comunidades cristianas, sobre todo en los momentos difíciles y decisivos. Y no es suficientemente decisiva la llegada del Hijo del Hombre ?. Los consejos a la oración están presentes en su evangelio: el padrenuestro (11); "Hay que orar siempre sin desfallecer" (18,1); "Orad pidiendo no caer en la tentación" (22,40).
Todos estos consejos hacen ver que la pesadez espiritual puede impedir reconocer las señales de la llegada del Hijo del Hombre. Sólo cabe la vigilancia acompañada de la oración.
Domingo 1º de Adviento. 29 de Noviembre de 2015

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