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En la segunda lectura de este domingo leemos un pequeño fragmento de la carta a los Hebreos (2,9-11) que muestra cómo Jesús tomó la condición humana a fin de hacer posible la salvación, mediante su muerte y resurrección.
En el capítulo primero el autor ha hablado de la exaltación de Jesús (2-4) y de su superioridad respecto a los ángeles (5-14). En el fragmento de texto que leemos hoy vemos lo que se contrapone a la exaltación: la humillación. Al comienzo del capítulo segundo el autor justifica la finalidad del escrito. Hay unos cristianos que van a la deriva y no se toman en serio las enseñanzas recibidas; no se dan cuenta de la grandeza de la salvación que han recibido y que ha sido proclamada por Jesús mismo y por la predicación de los apóstoles (1-3). Exponer la grandeza de la salvación es lo que hará el autor en toda la carta, sobre todo desarrollando el tema estrella: Jesús és el gran sacerdote (7,11-10,21), ofreciéndose él mismo como víctima en el sacrificio que debe propiciar el acceso a Dios a todos los que crean el él.

El texto que leemos hoy reúne por un lado la acción salvadora de Jesús y por otra introduce y encamina al lector hacia lo que será el gran tema de la carta: Jesús sacerdote. De hecho el capítulo 2 termina diciendo: "ha de ser ante Dios un gran sacerdote ... para expiar los pecados del pueblo" (2,17).
Se dice de Jesús que se ha puesto por un momento por debajo de los ángeles (v.9). Esta afirmación sorprende a los lectores de nuestro tiempo, poco receptivos a las narraciones sobre ángeles. En los escritos bíblicos canónicos los ángeles tienen primordialmente la función de ser mensajeros entre Dios y los seres humanos. El autor de la carta a los hebreos dedica una buena parte del capítulo primero a proclamar la superioridad de Jesús respecto de los ángeles y recordar que la razón de ser de los ángeles es ejercer un ministerio y un servicio (1,14), sobreentendiendo que este es la mediación. Aquí es donde quiere ir a parar el autor de Hebreos. Jesús también hace un servicio. Jesús es el mediador, pero es el mediador por excelencia. El servicio mediador de Jesús es superior al de los ángeles. De ahí el empeño en resaltar la superioridad de Jesús respecto de los ángeles. Ahora bien, esta superioridad es interrumpida temporalmente. Esto es lo que afirma el texto de nuestra lectura y Jesús lo hace por la necesidad que tiene de hacerse hombre y convertirse en un igual a nosotros, porque, si no fuera así, no habría podido guiar muchos hijos a la salvación.

Llegar a la plenitud (teleiôsai) y santificar (agioxô) son dos términos relacionados con las funciones sacerdotales (vv.10b y 11). Ya hemos dicho que el texto de hoy nos proyecta hacia la comparación de la muerte de Jesús con los sacrificios de animales ejecutados por sacerdotes en el templo de Jerusalén, más concretamente con el sacrificio del día de la expiación (c.9). Los animales ofrecidos en sacrificio no podían tener ninguna tara (Lv 22,21; Dt 17,1). Jesús cumple esta condición con creces. Él es la víctima sin defecto (9,14). Los sufrimientos de su pasión y muerte llevan la perfección de Jesús como víctima a su grado más alto. Santificar es extraer algo del uso de la vida cotidiana para dedicarlo a Dios; a tal fin, la cosa se destruye, ya nadie puede beneficiarse con ella. La muerte de los animales significa la dedicación de éstos a Dios. La muerte de Jesús, a semejanza de la muerte de los animales sacrificados en el templo de Jerusalén, realiza su santificación, pone de manifiesto su pertenencia a Dios y, de rebote, abre la pertenencia a Dios (la santificación) a todos los hombres y mujeres de la historia humana.

Domingo 27 durante el año. 4 de Octubre de 2015

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