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Por Ramon Bassas .

El papa Benedicto XVI, un eminente y temido teólogo germano vestido de blanco, ha encontrado el tiempo que le dejan los dolores de cabeza de la Curia para terminar su trilogía sobre Jesús. No sé cuándo se publicará en España (perdón, en Cataluña), pero estoy convencido del grosor y del interés intelectual de la propuesta, más allá de e la anécdota que ha ilustrado la noticia, según la cual "los evangelios de Jesús (sic) son interpretaciones" ( El Periódico ), por lo que "el buey y la mula no existieron" (El País) pero que" el dogma de la virginidad de María sí es cierto "(también El País ) incluso revisando San Agustín (ABC).

Sin embargo, y a la espera de leerlo, la manera de narrar la noticia es muy significativa del momento de la religión católica en nuestro país. Primero, y esto no es nuevo, por las dificultades de encontrar en las redacciones especialistas ya no en temas eclesiales sino también en aspectos teológicos que permitan hacer una lectura propia y crítica. Segundo, porque resume la cuestión religiosa en una gramática: ¿cómo debemos decir de las cosas? ¿Cómo distinguimos la narración (que identificamos con la mentira) del dato histórico (que es la Verdad)? ¿Si hay partes del relato que no existieron es que nos han contado una mentira? ¿Hasta cuándo se empeñan los líderes religiosos a defender dogmas, entendidos hoy -erróneamente- como verdades inapelables? ¿Y por qué caramba hay fieles que pierden el tiempo creyendo estas cosas? ¿En qué ayuda esto a la vida real?
Y tercer elemento significativo de esta anécdota periodística. A pesar de todas estas preguntas, el relato nos interpela, nos emociona, nos dice cosas. El esfuerzo loable de la teología, incluso del propio papa, de desencanto del relato, para podernos fijar con lo esencial, nos deja todavía un buen sabor de boca. De hecho, en lo esencial sólo nos podemos aproximar un poco y generalmente a través del relato y no por conceptos. Y quizás se trata de eso. Una vez en el pesebre, después de la atracción del relato, quizás habrá que desmontarlo: primero el buey y la mula, luego la estrella y los reyes; al terminar, los arroyos, los pastores y los ángeles y, si lo deseas, la cueva y la familia que la habita. Lo montaremos los próximos días para desmontarlo. Hasta que llega Jesús, Dios hecho hombre. Lo esencial.
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