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Ya desde la época de nuestro fundador, la Orden Hospitalaria ha mantenido constantemente un fuerte compromiso con las personas que sufren trastornos mentales graves. En nuestra Provincia existen cinco entidades diferentes que disponen de servicios sanitarios de salud mental, abarcando todos los ámbitos posibles, lo que hace que nuestra Institución sea uno de los principales proveedores públicos de servicios en este sector. Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de valores? En ninguna actividad humana es posible dejar al margen los valores, pero el pensamiento científico trata de situarse como una propuesta de conocimiento objetivo basado en hechos y normas libres de valores. Los valores se contraponen a los hechos, ya que se trata de significados que el sujeto confiere al objeto como resultado de un proceso valorativo o de apreciación subjetivo. El mismo conocimiento biomédico parte de esta hipótesis de exclusión de los valores, y trata de definir la patología como una disfunción, una desviación del funcionamiento normal de una determinada estructura (por ejemplo, hepatopatía). Sin embargo, la patología mental se nos presenta como una expresión de la totalidad del individuo, de su comportamiento como persona. Por eso el profesional experto necesita -incluso para diagnosticar basarse no sólo en los hechos observables (la conducta), sino en la interpretación que hace el paciente y su entorno, en sus apreciaciones, en el grado de afectación de su funcionamiento social (en el fondo, valores). Como dice K.W. Fulford, la psiquiatría es una práctica basada en hechos y valores.
Por otra parte, los trastornos mentales graves, justamente porque afectan a un órgano, el cerebro, que no puede parcializarse y que responde de la globalidad de la persona, con frecuencia comportan situaciones en las que la autonomía está disminuida.
Hablamos entonces de falta de competencia para tomar decisiones. Esta situación implica un grave riesgo para los propios derechos del paciente, ya que en estos casos suelen ser los médicos (y en parte, los familiares) los que deciden en su nombre. Por todo ello, en salud mental, la ética no es sólo un asunto relativo a las grandes decisiones sobre la vida y la muerte, sobre graves conflictos de valores que afectan al ser humano, sino, y por encima de todo, un asunto cotidiano.
Nuestros comités de ética son un instrumento fundamental en la configuración de la práctica en salud mental, sobre todo para la formación en valores de nuestros profesionales. En San Juan de Dios partimos de una ética de la responsabilidad: atendemos a los principios, pero también a la realidad. No practicamos una ética abstracta, sino que, mediante la deliberación, tratamos de ponderar las consecuencias reales de las decisiones.
En una reflexión, aún inacabada, que lidera la Dra. Esther Lobo y que estamos llevando a cabo en la Provincia, abordamos la cuestión de los valores en nuestros servicios desde tres perspectivas: los derechos de los usuarios, la hospitalidad y la importancia de los profesionales y la organización. Si lo que se pretende es que estos tres ejes no se queden como meros valores de adscripción o de aceptación, sino que realmente ayuden a regular nuestras decisiones y nuestras conductas,
debemos abordar de manera dialéctica las contradicciones y los conflictos entre ellos. El primer eje, el de los derechos, es fundamental. En los trastornos graves, el riesgo de pérdida de autonomía es muy significativo, por lo que el respeto a la libertad según la capacidad del paciente en cada momento es crucial.
La participación en primera persona del paciente es también un objetivo fundamental. Nuevas competencias culturales son necesarias para abarcar la diversidad cultural y religiosa de nuestros pacientes. También la confidencialidad y sus límites y el compromiso firme contra las actitudes estigmatizadores entre los mismos profesionales y en nuestros propios centros, son valores que hemos señalado. El segundo gran eje es el de la hospitalidad. Significa reconocer la singularidad de la persona, acogerla de manera integral y con una actitud de escucha activa.
Reconocer también las necesidades de las familias. Las necesidades de los pacientes más graves implican necesariamente un modelo de atención multidisciplinar, dentro del cual nuestro reto es que las respuestas a las necesidades médicas, psicológicas, sociales, ocupacionales, de enfermería y espirituales estén razonablemente disponibles en nuestros servicios. Aunque siempre debemos acoger y orientar, la limitación de la cartera de servicios puede entrar en conflicto con determinadas necesidades sociales (por ejemplo, vivienda) de muchos de nuestros pacientes. El tercer ámbito es el de los profesionales y la organización. Implica la preocupación por la salud de los profesionales, por sus condiciones de trabajo y por su participación activa en la organización.
La calidad es un valor que la buena organización espera del buen profesional. Debemos incentivar a los profesionales que más valor añadido aportan y generar pactos de eficiencia cruzando la efectividad que el profesional persigue con los recursos disponibles. Promover una cultura de identidad, orientada a la innovación.
A diferencia de otras empresas, en las que la gestión por valores puede ser una opción moderna, incluso rentable en algunos aspectos, para San Juan de Dios es simplemente una obligación. Aunque eso sí, seguramente igual de difícil.

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Josep Ramos. Director de planificación de salud mental y adicciones. Parc Sanitari Sant Joan de Déu

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