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El prefacio común IV nos tiene reservada esta perla preciosa. Nuestros cantos y alabanzas nos hacen avanzar y crecer en el camino del amor a Dios. Démosnos cuenta de que es a nosotros a quienes nos hace bien el canto y la oración. Así pues, cantar la alabanza divina capacita al hombre para liberar espacio en su interior para poder acoger el Misterio y la Gracia de parte de Dios. Así une a su canto de alabanza toda su propia vida, como dice san Agustín comentando el salmo 32. Después, con el Sanctus, sanctus, sanctus Deus Sabaoth de la liturgia celestial, gracias a Jesucristo, el cielo se abre en la tierra para que, unidos cielo y tierra, todos podamos cantar la Gloria de Dios. Conscientes o no, el canto satisface nuestro deseo interior de Dios, deseo de ir más allá y probar el mundo nuevo. No nos debe extrañar, pues, que la instrucción Musicam Sacram hable de la música sacra como "aquella que, creada para la celebración del culto divino, está dotada de una santidad y belleza de formas» (4a). He aquí, pues, un buen criterio para escoger las músicas que acompañan a los textos litúrgicos: ¿nos remiten a lo trascendente, nos hacen progresar en el camino de la santidad o nos dejan "clavados" en el suelo?

Anclados en nuestras realidades parroquiales y pastorales, a menudo nos tenemos que conformar con cantar lo que podemos. O nos falta belleza de forma, o el texto es inadecuado, o la música es más terrenal que celestial. Y, todavía, muchos de nosotros no tenemos organista, ni pequeño coro en la parroquia y, además de presidir la celebración, debemos sostener el canto, «tocar campanas e ir en procesión», como se dice. Con todo, la tarea es tan apasionante que no podemos desfallecer, volvamos a intentarlo, con nuevas propuestas, tal vez tendremos que preparar a alguien, tal vez tendremos que invertir un dinero, pero dadlo por bien invertido. Será toda la comunidad que lo agradecerá. La música sacra, aquella santa y de buenas formas, es una gran agente evangelizador.

La realidad también habla de otras parroquias que quizás tienen todo esto bien resuelto, con organistas cualificados, coro parroquial o alguien que anime los cantos, e incluso hay quienes tienen coros de pueri cantores. ¡Fantástico! Habrá velar, con todo, para que la liturgia que cantamos y celebramos sea cada vez más santa y más hermosa, que nos eleve bien alto el espíritu. Introduciendo, sin miedo, el gregoriano y la polifonía, antigua o moderna, un buen órgano y otros instrumentos, si es necesario, pero cada vez la música más bella y más santa, cada vez más sublime y liberadora, que favorezca saborear el cielo nuevo y la tierra nueva.

Os propongo escuchar "Il Natale del Redentore" de Lorenzo Perosi, un Oratorio en dos partes, una dedicada a la Anunciación, que termina con un espléndido Magnificat. La otra parte está dedicada a la Navidad con un buen entramado de textos bíblicos navideños, el himno de Navidad Jesu, Redentor omnium y el Te Deum. Oratorio que se aviene mucho a este tiempo de Adviento-Navidad. Es toda una catequesis musical de los misterios de la Encarnación del Hijo de Dios, como dice al principio: «Cantemos la evangélica historia de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea dada la gloria y el honor eterno por los siglos de los siglos», Evangelicam historiam Domini nostri Jesu Christi cantemus, cui sempiterna sit laus et honor in saeculorum saecula. De este Oratorio me gustaría destacar la belleza de los diálogos entre el ángel y la Virgen, la música angelical que envuelve toda la obra, reservada a las voces más agudas, y la respuesta de todo el coro a las grandes verdades de fe. El estallido del Magnificat, al final de la primera parte dedicada a la Anunciación, hace que todos participemos del diálogo que hemos escuchado entre el ángel y María y nos unimos a su canto de alabanza a Dios. También el Jesu, redentor omnium y el Te Deum nos hacen participar con toda la Iglesia, con toda la creación, de la acción de gracias a Dios por el misterio de la Encarnación de Jesucristo, misterio que para nosotros ya nos habla de salvación .

Jaume Gené, presbítero de Tarragona

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