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Catalunya Religió

(CR) El obispo Sebastià Taltavull, como responsable del Secretariado Interdiocesano de Medios de Comunicación Social de los obispados catalanes (SIMCOS), ha hecho pública una dura crítica a los responsables de las páginas anónimas de internet que "bajo la cobardía del anonimato, no piensan más que hacer daño de manera persistente y delatan su identidad enfermiza al recurrir a la descalificación personal y a la calumnia".

Es su mensaje coincidiendo con las Jornadas de las Comunicaciones Sociales que la Iglesia celebra este fin de semana y lo ha publicado en la página oficial de la Conferencia Episcopal Tarraconense con el apoyo de los delegados de medios de comunicación de los obispados catalanes.

El obispo auxiliar de Barcelona recuerda el mensaje de Benedicto XVI para estas jornadas en el que "nos propone actitudes de fondo poniendo al descubierto la verdad y la transparencia de las intenciones" y lamenta "que haya personas que hayan caído en la tentación de lo que Jesús siempre censuró: la injuria, la difamación y el juicio condenatorio".

Por ello, explicita el apoyo como SIMCOS "a las personas: obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas, laicas y laicos cristianos, y también parroquias y entidades de Iglesia que desde páginas anónimas de Internet son atacadas con calumnias y gravemente heridas en su dignidad humana y de hijos de Dios, viendo lesionado el derecho a la buena fama".

Este es el texto completo:

Para una comunicación objetiva y veraz

(Sebastià Taltavull-SIMCOS) Hace tiempo que los delegados diocesanos de medios de comunicación de Cataluña, que formamos el SIMCOS, compartimos una preocupación que está muy relacionada con nuestro deseo de transparencia objetiva. Lo decimos hoy con ocasión de la 46 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales y siguiendo el mensaje que Benedicto XVI ha escrito para esta ocasión, haciéndonos ver que toda comunicación necesita de un ambiente favorable que sepa equilibrar verdad, silencio, palabra, imágenes y sonidos.

Contamos con unas tecnologías que cada día nos sorprenden más y ponen a nuestro alcance un sinfín de posibilidades que debemos utilizar con sensatez, para acercar personas, crear lazos de amistad y hacer de la convivencia un espacio digno para todos. Sabemos que el campo de estas tecnologías es ilimitado, pero que también tiene sus riesgos; que con ellas se puede hacer mucho bien o mucho mal, todo depende de quien las utiliza, ya que la forma en que comunicamos expresa quiénes somos y cómo somos.

En nuestras Iglesias diocesanas y en bien del trabajo de conjunto tenemos la responsabilidad de hacer un buen uso de los medios de los que disponemos y, por ello, queremos ofrecer aquella información que haga posible una comunicación siempre constructiva. Su contenido debe ser transmitido con el criterio de la verdad y con ese tono de respeto y humanidad que lo haga atractivo y cercano. No podría ser de otra manera tratándose, en definitiva, de comunicar el Evangelio con palabras y hechos.

Si los cristianos queremos seguir de verdad a Jesús, debemos tener, como mínimo, la voluntad de incidir en la sociedad y en las personas de nuestro entorno buscando un espacio común de entendimiento, de transparencia, de honestidad, de flexibilidad y de respeto hacia la diferencia, que siempre nos enriquece. Sin olvidar, sin embargo, cuál es nuestro lugar en el mundo: el lugar donde reside la justicia y la solidaridad y, por tanto, con toda la fuerza de las cosas bien hechas, las que están hechas con amor. Creemos que los medios de comunicación en general deberían ser muy cuidadosos a la hora de hacer pública una información para que ésta fuera veraz. Un cuidado que, por la veracidad y por la honestidad de lo que se emite y de quien lo emite, debe ser aún más destacada en los medios de signo cristiano.

Benedicto XVI nos propone actitudes de fondo poniendo al descubierto la verdad y la transparencia de las intenciones. «Se trata -dice- de la relación entre silencio y palabra: dos momentos que han de equilibrarse, alternarse e integrarse para obtener un auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas». ¿Qué pasa, sin embargo, cuando este diálogo se hace imposible porque el comunicador, bajo la cobardía del anonimato, no piensa más que en hacer daño de manera persistente y delata su identidad enfermiza recurriendo a la descalificación personal y a la calumnia?

Esta es nuestra preocupación y la de todos los que amamos a la Iglesia de Jesús: que, junto a una inmensa mayoría de profesionales, hombres y mujeres de buena voluntad que están haciendo un trabajo excelente de comunicación transparente y objetiva a favor de las personas y de la extensión del Evangelio, haya quien caiga en la tentación de lo que Jesús siempre censuró: la injuria, la difamación y el juicio condenatorio. El SIMCOS quiere dar todo su apoyo a las personas -obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas, laicas y laicos cristianos, y también parroquias y entidades de Iglesia- que desde páginas anónimas de Internet son atacadas con calumnias y gravemente heridas en su dignidad humana y de hijos de Dios, lesionando el derecho a la buena fama.

En la reunión de los delegados diocesanos de medios de comunicación de Cataluña convinimos en pedir a los que hacen estas páginas o las llenan con sus escritos difamatorios que no hagan más daño y que se fijen en el amor con que Jesús trata a las personas; que se dejen ayudar por Él escuchándolo de corazón en la oración y actuando desde el amor, que en esto se conoce quién es realmente discípulo suyo. En la Iglesia todos nos necesitamos, ¡Hagamos el esfuerzo de ser y de tratarnos como hermanos!

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